Quim Torra, un hombre que preside un gobierno pero no gobierna, reunió al personal de confianza, todos altos ejecutivos de su gobierno, y les dijo:
-No podemos rebajar la tensión, nuestro alimento es el enfrentamiento, el sosiego nos debilita. No vaya a creer el gobierno que nos ha camelado y los nuestros que nos hemos rendido. Acordaos del tuit aquel de Rufián (“155 monedas”) llamando Judas a Puigdemont. Eso a mí no me va a pasar.
-Sí, president, pero ahora estamos más divididos que entonces y muchos, incluso de los nuestros, están cansados.
-Sí, pero yo no voy a ser el traidor. Yo pasaré a la historia, no me voy a rendir al primer contratiempo. Llegan tiempos de sacrificios, sobre todo para algunos- sonrió.
Así que hicieron las maletas y se fueron a Bruselas a poner una pica en Flandes, nunca mejor dicho. El nuevo espectáculo que se presentaba era el Consell per la República, una organización privada presidida por Puigdemont (patriota en el exilio dorado) con sede en Waterloo en la denominada Casa de la República (de los cuatros minutos). Allí la consigna era subir el tono del enfrentamiento con el Estado. En los pasillos se respiraba un cierto olor a leyenda, se sentían héroes y para escribirla no había que reparar en gestos ni, por supuesto, en gastos. ¡Yo estuve allí!, contarían con orgullo a sus nietos. Así que Torra salió a predicar:
-No os arruguéis, la gloria nos espera. Sigamos el camino que ya anduvieron otros antes de nosotros, los eslovenos “decidieron determinarse y tirar hacia delante en el camino de la libertad con todas sus consecuencias hasta conseguirlo”. “¡Hagamos como ellos!”.
Sonaron aplausos cerrados, rodaron lágrimas de emoción. Algunos, que habían estudiado algo de historia del tiempo presente, recordaron que en Eslovenia hubo una guerra, hubo muertos, Yugoslavia no era una democracia, Milosevic era el presidente y fue condenado por crímenes de guerra tras llenar de muertos y odio los Balcanes con el sueño de construir la gran Serbia. A algunos, al otro lado de la frontera, un sudor frío les cubrió el rostro y a otros el vómito le subió a la boca.
-President, ¿no te habrás pasado un poco?- apuntó algún inocente.
-No te preocupes Jordi, si se arma mucho lío ya diré que no me refería a la violencia o a los muertos sino al sueño de la libertad.
-Ya, president, pero la violencia no son solo las armas. En Eslovenia casi el 90% estaban a favor y nuestro pueblo está partido y…
– Y, ¿no te estarás volviendo un traidor, Jordi? Ya te lo tengo dicho, acuérdate del tuit de Rufián. Hay que seguir adelante, caiga quien caiga. Además ahí tenemos a los CDR (Comités de Defensa de la República) que ya tienen instrucciones para seguir “apretando”. No vamos a flojear ahora.
-No, claro que no. Pero este presidente no es como el otro. Habrá que justificar las revueltas en las calles no podemos poner a mossos en solfa, son los nuestros.
-Mira que eres ignorante. Tenemos presos y exiliados esos son los trofeos del estado represor al que hemos de vencer. ¿Te parece poca excusa? Además Sánchez, también va a caer y a nosotros lo que nos conviene es que ganen los otros. Cuánta más tensión haya mejor. Mira con Rajoy lo bien que nos iba, cuánto más duro se ponía más independentistas había. Los pueblos orgullosos necesitan épica, himnos y banderas pero sobre todo enemigos. ¡A la mierda la convivencia! Anda, ignorante, compra unas cajas de bombones y vamos a casa. En la nota de prensa no olvides subrayar que nuestra lucha es democrática, pacífica y no violenta.
Al día siguiente, Torra leyó la prensa. Se frotó las manos y exclamó: -Ya está montada.
(1) Querido lector, esta columna es una ficción y cualquier parecido con la realidad me parecerá una afrenta.