Cambia todo tan rápidamente que lo que parece nuevo se descubre viejo al mirarse en el espejo de los otros. Podemos nació hace cinco años y, sin embargo, se asemeja ya a un anciano que apoyado en su bastón camina hacia su inexorable destino. Su nacimiento fue un grito contra las estructuras y vicios políticos que se denunciaban como caducos, prometieron que el aire fresco ventilaría la democracia transformándola. Hoy es el día en el que lo nuevo ha envejecido contaminado de casi todo lo que pretendía cambiar. Ni el cielo ha sido tomado al asalto ni parece que vaya a serlo en el medio plazo. Digan lo que digan sus dirigentes el desánimo ha llegado a su gente cuando desde Andalucía suena la música de “prietas las filas”.
A Íñigo Errejón podrán culparle de dinamitar Podemos, de deslealtad y de lo que quieran pero el globo se pinchó en Vista Alegre II cuando el partido abierto, que decía hablar en nombre de la gente optó por un liderazgo que se fortalece laminando al disidente. Es decir, lo de siempre. Obtenido el poder interno la riqueza de la pluralidad se cercena cuando se ven conspiradores y enemigos detrás de cada opinión diversa y así comienzan las guerras internas en todos los partidos. No han inventado nada nuevo ni siquiera para pelearse. Podemos lleva autodestruyéndose desde entonces y lo hace al estilo tradicional de la izquierda: a campo abierto. No hay federación de Podemos en la que no estén sus representantes tirándose los reglamentos y ordenanzas a la cabeza. En La Rioja, por ejemplo, las primarias están suspendidas por la justicia ordinaria a la que han recurrido algunos de ellos. Yo me pongo a leer las razones y a la segunda línea desconecto porque me pierdo. Lo cierto es que esta táctica solo conduce a la marginalidad. Sin olvidar que a igual destino conduce la falta de coherencia de la que en algunos casos han carecido sus líderes.
Es indudable que Pablo Iglesias y Podemos han sido objeto de campañas mediáticas interesadas en su contra pero también lo es que hay asuntos en los que no han estado muy finos. Por ser de izquierdas no han de vivir en un cobertizo pero la compra de chalet en Galapagar y, como consecuencia de las críticas, obligar a la militancia a ratificar su liderazgo en un referéndum forzó la maquinaria en extremo. Fueron ratificados, Iglesias y Montero, como secretario general y como portavoz parlamentaria, pero no hay dudas de que abrió heridas que todavía sangran incluso en la ciudadanía. De hecho, el descenso en intención de voto es constante desde entonces. Tras haber logrado acuerdos importantes para los trabajadores en su pacto con el PSOE como la subida del salario mínimo, no mejora en apoyos ciudadanos. Tal y como están las cosas no puede cometer el error de recluirse en el territorio ideológico ocupado tradicionalmente por la extrema izquierda, ni en la ambigüedad en la relación Cataluña/España, ni absorbido en la pelea interna. Tampoco es comprensible que afirmen que no competirán contra Carmena, algo que también hacen con Ada Colau, pero sí contra su candidato elegido en primarias porque quiere formar un tándem más transversal que, sin duda, tiene más fuerza a la hora de ampliar la base electoral.
En medio de este lío incomprensible, que precisa un tratado para ser explicado, las declaraciones de Pablo Echenique contra Íñigo Errejón, insinuando que no dejaba el escaño en el parlamento porque de algo tenía que vivir, retratan al personaje y evidencian el grado de deterioro de la formación. Ha pedido perdón al ver el eco que habían tenido sus ruines palabras, pero dicho queda. Sin olvidar el otro baldón que cuelgan en la espalda de Errejón acusándolo de elaborar un proyecto personal. En fin, esto es lo de siempre. Solo los jefes pueden ser legítimamente ambiciosos, los demás son traidores o desleales, un pecado que justifica denigrarlos. Esto también es más viejo que la pana, siempre se ha dicho que no hay peor enemigo que un compañero de partido. A las pruebas me remito. En fin que lo nuevo se ha hecho viejo y los de siempre, desde el sur, se aproximan a caballo.