Pasmados seguimos algunos (y en algunos casos ya han transcurrido días) con el victimismo que se han arrogado algunos protagonistas de las últimas semanas. Entiendo que la asunción de responsabilidad es un ejercicio aún desconocido en muchas parcelas de nuestra realidad, pero el descaro a la hora de manipular determinadas circunstancias resulta de lo más irritante.

Tras el bochorno en el que se ha visto inmerso el PSOE, poco han tardado los partidarios de Pedro Sánchez en convertir a su líder caído en poco menos que un mártir de la causa socialista, que ha sucumbido (según ellos) al juego sucio y desleal de los barones liderados por Susana Díaz. Por lo visto, han olvidado que la coherencia del ‘no a Rajoy’ del exsecretario general se volatilizó cuando no desmintió las revelaciones de Felipe González sobre sus supuestos planes de abstención al PP. Pero algunos, como Iceta, Luena o Armengol, omiten de su memoria lo que no les cuadra en sus cuitas particulares.

Otro que busca el martirio en público es Artur Mas, para el que piden la inhabilitación por montar el referéndum ilegal del 9-N. A sabiendas de que estaba prohibido, el entonces ‘president’ ignoró las leyes y las órdenes del Constitucional para sacar unas absurdas urnas a la calle. Un camino, por cierto, que parece querer recorrer también su sucesor.

La semana pasada le tocó al equipo municipal de Badalona que hizo oídos sordos al mandato judicial que prohibía la idiotez de abrir el Consistorio el 12 de octubre, festivo en toda España (mal que les pese a algunos).

Es curioso cómo algunos enarbolan la bandera del victimismo para intentar ocultar su grave incompetencia. Lo peor es que crean que lo consiguen.