Leemos los derechos de los niños y encontramos uno relacionado con el derecho a tener una educación y los padres entonces obligación a garantizarla.
Pero si pensamos en la palabra educación hasta dónde abarca el significado de esta palabra…
Cuando en mediación familiar abordamos en una sesión este aspecto con los padres, caemos en la cuenta del amplio abanico de necesidades e intereses que se quieren cubrir.
Es algo más allá de afrontar los gastos de matrícula, de libros, etc…
Son numerosas las decisiones que necesitan del consentimiento y del acuerdo de ambos progenitores. Educar en valores desde la familia, va más allá de comprar un uniforme a medias.
El bienestar integral de los menores podría ir desde acordar tipo de guardería, clases de refuerzo escolar, los ciclos formativos, a gastos de tratamientos médicos, o a cómo van a disfrutar de su tiempo de ocio y tiempo libre: deportes variados, campamentos, excursiones,etc…
Aquí hay que contemplar la compatibilidad de los tiempos para que ambos progenitores puedan acompañar y/o ver, aplaudir y recoger a sus hijos de los entrenamientos, exhibiciones,etc…en los que participen.
Aquí entre en acción el papel tan importante que tiene la empatía, habilidad social que se necesita tanto en mediación. Es una de las maneras de entender los sentimientos de los demás y ayudar a tener una mirada diferente ante los conflictos.
El efecto boomerang que pueden producir los padres en los hijos es mayor del que se piensa, porque con su estilo de actuar en las decisiones cotidianas, los menores observan y escuchan cómo son capaces sus padres de dialogar o no, para ponerse de acuerdo en las necesidades que se van marcando en sus etapas y desarrollos evolutivos, y si ello no añade un estrés añadido a poderlas realizar( sin sentirse los menores en medio de batallas) les ayuda a mejorar y resolver sus problemas en sus círculos sociales.
Por el contrario, se podría suceder un bucle entre conflicto familiar sin resolver, producir fracaso escolar, absentismo, malas notas, baja motivación, depresión, estrés, ansiedad, baja tolerancia a la frustración, problemas de auto-control, y toda una seria de síntomas emocionales que desembocan en dificultades de adaptación del menor a la situación del divorcio/separación de sus padres.
“Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto” Aristóteles
Los efectos positivos serían entre otros:
Aumentar sus habilidades sociales resolución en conflictos en sus relaciones interpersonales asertivamente.
Mejorar su adaptación a los cambios de manera positiva, como nuevas oportunidades, retos escolares, sociales y sobre todo a diferentes situaciones familiares.
Capacidad para auto motivarse, tener mayor control de sus emociones, adquirir competencias de inteligencia emocional.
No iniciarse en el consumo de drogas, alcohol, tabaco, etc…
No presentar problemas en desordenes de la alimentación, y otro tipos de conductas.
“No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas”
JORGE BUCAY