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Antonio Remesal

Hablando de vino

China, naranjas, vino

Estudiantes chinos en una cata en Burdeos. ARV

Partiendo de estas tres palabras aparentemente no relacionadas entre sí, hoy insto a una facultad que la colectividad adulta hemos ido perdiendo: la capacidad de asombro.

Ya nadie utiliza la expresión “Naranjas de la China”: nada nos extraña y, encima, tragamos con todo. Hemos perdido el sentido crítico, no solo si nos ceñimos al mundo del vino. Oímos noticias en los telediarios que nos deberían hacer saltar del sofá y ni siquiera nos inmutamos. Noticias que se refieren a abusos de poder, a sinsentidos, disparates, injusticias, atropellos y que miramos y escuchamos impasibles. Políticos que considerábamos respetables, deportistas que hemos aclamado como nuestros ídolos, “honorables” varios, representantes de nuestra monarquía, se revelen indignos de la posición y puesto desempeñado y, encima, cuando les llega su “san martín” esgrimen para su defensa estratagemas legales como no sé que doctrina de un famoso banquero (ya saben a quién me refiero), que, en su día, se “fue de rositas”. Y, como discípulos de Santa Teresa, nada nos turba.

“Naranjas de la China”
Se ha venido utilizando esta expresión para expresar sorpresa, incredulidad, extrañeza…¿a mí me vas a hacer creer eso! ¡Naranjas de la China!. ¡Con las naranjas que tenemos aquí me vas a venir tú con naranjas de la China!.. Un dicho este, que ahora apenas se usa. De China puede venir cualquier cosa: “lo que no se encuentra en un “chino” (referido al bazar) es que no existe”.

Estamos acostumbrados a ver todo tipo de productos fabricados en China: bisutería, juguetes, telefonía, ordenadores, menaje, vestido, …espárragos y hasta setas. Ayer vi en un supermercado (de capital francés para más señas) que vendían setas etiquetadas como “boletus”. Afortunadamente algo de setas sé, el tarro era de cristal y a través de él pude ver, antes de echarlo a la cesta, que aquello poco tenía que ver con los hongos que yo suelo coger en los Cameros o en mi tierra, allá en la Sierra de la Culebra. Eso sí, en lugar de indignarme y quejarme formalmente me salió una sonrisa y me fui tan campante.

Así las cosas, no nos extrañaría encontrar en una frutería valenciana naranjas chinas; como tampoco lo haríamos si un día de estos, y entramos ya a hablar de vino, viéramos plantada viña en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), Zambrana (Álava) o Meano (Navarra), por nombrar tres localidades limítrofes con la DOC Rioja. Y tal como nos vienen dadas, ninguna sorpresa sería ver distintas referencias de vinos producidos en la región de Rioja sin el sello de la Denominación.

“Vino de China”
¿Saben lo que hubiéramos contestado hace 20 años si alguien nos dice que el primer productor de vino del mundo es China? Eso: “naranjas de la China”. Pues, dos décadas después, va camino de ello. Hoy, parece que lo que les mola, con sus “rollitos de primavera” o su “arroz tres delicias”, en lugar de un cuenco de Xiao Qing, es una copa de Pinot Noir, Cabernet Sauvignon, Merlot,… o Tempranillo. No, no estoy bromeando, ya en 2013 China superó a Francia convirtiéndose en el principal consumidor de vino tinto del mundo. ¡Toma ya¡. De aquí el interés de todas las zonas productoras del mundo en entrar en China: son cerca de 1.400 millones de clientes potenciales con un interés creciente en todo lo que viene de occidente. Multinacionales como Pernod Ricard (la de nuestras Campo Viejo o Ysios) ya están instaladas en China.

Hasta aquí bien, pero ¿qué va a pasar si a los chinos se le ocurre inundar el mundo con su vino? ¡Miedo me da¡, si en alguna parte del mundo se pueda imitar un producto y reproducirlo de la forma más barata es en China.

Están por una parte las falsificaciones. Ya se sabe la afición en esta parte del mundo por “dar gato por liebre”. Los contenciosos con bodegas europeas, algunas muy afamadas, son cada vez más frecuentes. Algunas son burdas falsificaciones y lo que hacen es utilizar marcas con nombres, colores y otras imágenes corporativas, que se parecen al original, que escritos con tipografía europea, y en su mercado pueden dar perfectamente el pego. En otros casos utilizan botellas similares a las de la marca que copian, falsifican la etiqueta, y convierten un vino correctísimo de 20 €, en un, por ejemplo Château Lafite, que venden en un restaurante a más de mil euros. Y es que hay que tener “morro fino” para darse cuenta del engaño.

Y por otra parte está el potencial productivo. China es muy grande, casi 20 veces lo que es España. Terrenos, climas y condiciones que permitan la producción de uvas de calidad seguro que los hay. El material vegetal, variedades clones y portainjertos, es el mismo que utilizamos aquí, la tecnología de campo y bodega también. Respecto a conocimientos ya nos encargamos nosotros de enseñarles, incluso en la Universidad de La Rioja hay estudiantes chinos matriculados en Enología. También contratan a profesionales europeos que les ponen rápidamente al día.

Con todo esto, China ya es según datos de la OIV el segundo país del mundo con mayor superficie de viñedo del mundo. Ya saben cuál es el primero. Sí, España. ¡Buen competidor nos ha salido¡.

“Vino de naranjas”
Si los orientales copian y producen barato, los europeos somos más creativos. Y sino estén atentos a los que se les ha ocurrido a una empresa familiar radicada en Sagunto, una de las zonas citrícolas de más tradición.
Los susodichos valencianos hacen vino de lo que allí abunda: la naranja. Cuando la fruta adquiere la madurez perfecta, con el nivel de azúcares óptimo se recolecta manualmente. El zumo se fermenta a bajas temperaturas de forma natural transformándose los azucares en alcohol. Hasta aquí nadie se daría cuenta, por la similitud del proceso, que no estamos hablando de vino de uva. Posteriormente, el “vino” se pone a macerar con la corteza de la naranja. Una vez alcanza los aromas en nariz y boca buscados, solo falta filtrar y embotellar. No dicen nada de crianza en barricas de roble francés y americano, pero todo se andará. El “vino” ya ha conseguido algún premio en certámenes con los que competía con vinos elaborados con el fruto de la vid, el único producto con el que hasta ahora pensábamos se hacia el vino. Apuntan los que lo han probado que está muy rico y es muy refrescante. No me cabe ninguna duda.
Dirán ustedes: ¡pero eso no es un vino¡. Pues probablemente no, pero según reza su eslogan: “es pasión, es disfrutar, es compartir, … es un aperitivo único, como tú”. ¿qué más quieren?
Naranjas de la China, vino de la China, vino de naranjas, ¿qué nos va a tocar ver?. La evolución es tan rápida que nos hemos acostumbrado a todo: ya nada nos sorprende. Y como si el futuro estuviera ya escrito, aceptamos lo que venga como irremediable.

Es por eso que hoy les incito a que abran los ojos, a que se asombren. Que ya lo dijo Aristóteles “del asombro nace el pensamiento” y a partir de ahí el espíritu crítico y la acción. Por mi parte salgo ahora mismo de camino hacia la Oficina de Consumo para hacer una reclamación contra ese supermercado que vende no sé que setas chinas por boletus. De paso compraré una botella de vino de naranjas. ¿Quién sabe?, igual me aficiono.

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Sobre el autor

Ingeniero Agrónomo y enólogo. He trabajado en la empresa privada en ámbitos muy variados de la ingeniería. Actualmente en la Administración, en el sector del vino, con el que me siento absolutamente comprometido. Escribo sobre viticultura y enología y, de paso, sobre lo que tercia…Autor del libro “Talking about wine: Rioja”, primer libro monográfico sobre Rioja escrito en inglés.


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