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Hechos Probados

“Le secuestramos, le drogamos y le ejecutamos”

Imágenes | Las fotos son de Justo Rodríguez

En julio del 2008 Dolores Delgado abandonó su despacho, cogió un helicóptero y aterrizó en Ezcaray para ir al monte. Era un viaje de trabajo. Pilotaba un agente de la Guardia Civil. Con ella viajaban, entre otros, dos hombres: el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzóny Arkaitz Goicoetxea, un liberado (fichado y con dedicación exclusiva) de ETA, jefe del ‘Comando Vicaya’ y responsable, entre otros, del atentado de Calahorra.

Aquel viaje marcó a la fiscal. El reto era localizar zulos en los que los terroristas, que disponían de varios pisos en Ezcaray, guardaban armas, detonadores… “En julio del 2008 se había producido la detención del ‘Comando Vizcaya’ y se estaban terminando las acciones de investigación”, recordaba el pasado fin de semana en una entrevista al programa ‘A vivir que son dos días’ de la Cadena Ser. Y los fiscales no son gente de despacho. O al menos no siempre son sólo de despacho, asegura: “Me gusta subir al monte cuando creo que subir al monte es útil y supone un avance en la investigación”.

Lo que más le impactó fue la espontaneidad y naturalidad de Goicoetxea. Y eso que su currículum es extenso: Evitó que Hervé Falciani, que destapó miles de casos de evasores fiscales, fuese extraditado a Suiza; estuvo en el Tribunal Penal Internacional durante la sublevación Libia investigando la vulneración de derechos humanos del régimen de Gadaffi; sabe de terrorismo yihadista; sentó en el banquillo al torturador argentino Scilingo

“Era libre de hablar e íbamos con su abogado”, recordaba. Y apareció el zulo. El primer golpe fue el contenido: “Todo lo que había allí eran instrumentos de matar y de causar daño”. El segundo “la frialdad que encontré en las respuestas de esa persona”. Había explosivos detonadores, “útiles e instrumentos de matar. También un estuche. Al abrirlo estaba cargado de jeringuillas. Podíamos presumir qué era, pero lo impactantes fueron las respuestas”.

Goicoetxea no se inmutó. La conversación literal con el juez Garzón fue así:

– Baltasar Garzón (B.G.).: ¿Teníais previsto hacer algún secuestro?
– Arkaitz Goikoetxea: Sí.
– B.G.: ¿Cuál?
– A.G.: En Eibar.
– B.G.: ¿A quién?
– A.G.: Un concejal socialista.
– B.G.: ¿Cómo se llama?
– A.G.: No me acuerdo.
– B.G.: ¿Y dónde vive?
– A.G.: Sé dónde trabaja.
– B.G.: ¿Y dónde trabaja?
– A.G.: Es el director de un instituto.

“Aquello estaba allí porque iban a secuestrar a alguien y le iban a inyectar droga. La siguiente pregunta fue qué iban a hacer con ese hombre. La respuesta fue ejecutarle”, recuerda la fiscal. “Me cuesta entender la frialdad en esas respuestas. Detrás hay una muerte, una familia, un dolor y algo que se proyecta en el futuro. No es el hecho concreto, es algo con un componente de futuro y de dolor, como una bomba de racimo…”.

Así, aquella fugaz visita a La Rioja nunca se le olvidará. “Es uno de los momentos más impactantes de mi carrera profesional, cuando alguien te reconoce la intención de matar a otra persona. Ver el zulo, como persona…”. Pero también hay una conclusión positiva. “Lo que uno piensa es la cantidad de daño que se puede causar y la cantidad de daño que hemos evitado. Una acción de la Justicia que ha tenido una repercusión inmediata en evitar el daño y esto es muy satisfactorio. Forma parte del bagaje positivo”.

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