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Marcelino Izquierdo

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“El submarino de Cosme García fue el primero español en funcionar”

 

“El submarino de Cosme García fue el primero español en funcionar”, afirma el historiador de la Marina española Agustín Ramón Rodríguez González, miembro de la Real Academia de la Historia, con 27 libros publicados, y autor de la biógrafía del inventor riojano, bajo el título de ‘Cosme Garcia: un genio olvidado’, publicada en 1996 y reeditada en el 2007. La Armada Española bautizará los nuevos submarinos de la novedosa y revolucionaria clase S-80, que construye Navantia, con los pioneros españoles del arma submarina: Isaac Peral, Narciso Monturiol, Cosme García y Mateo García de los Reyes.

Cosme García nació en Logroño el 27 de septiembre de 1818, hijo de riojano y de navarra. Su padre, primero carpintero y después fabricante de guitarras, fue quien le inoculó la pasión por los artilugios. Cuando vio el mar por primera vez, enseguida pensó en fabricar un sumergible. Fue en Barcelona, a la edad de 39 años.

P. Aunque la ciencia y la tecnología han estado históricamente marginadas, ¿por qué Cosme García ha sufrido un olvido aún más doloroso que otros inventores?

R- En España siempre se ha estudiado poco la Historia de la Ciencia y de la Técnica, y aún menos la originada aquí, por lo visto nos hemos creído esa parte de la ‘leyenda negra’ que afirma que los españoles no hemos inventado nunca nada. También ayudó al olvido el que Cosme García, por su carácter personal y su poca familiaridad con las letras, no nos dejara escritos de su vida y de su obra…o tal vez han desaparecido; no lo sabemos.

P. Cuando hablamos de submarinos, siempre salen al estrado Monturiol y Peral… pero antes de ellos fue Cosme García.

R. El submarino de Cosme García fue el primero español en funcionar. Lo cierto es que Cosme García construyó y probó sus dos submarinos un año antes que el primero de Monturiol, y con notorio éxito, y casi treinta años antes que el de Peral. Realmente la primacía es suya, aunque, evidentemente, el de Peral era un modelo mucho más avanzado y ya prácticamente operacional.

P. ¿En qué acertó Cosme García donde otros fracasaron?

R. Entendió que el futuro era de los cascos metálicos –Monturiol apostó por la madera- y que los sumergibles tenían que parecerse a los barcos tradicionales, porque iban a pasar mucho más tiempo en superficie que sumergidos. Su diseño anunciaba el de cualquier submarino convencional de los que existen ahora. Las dimensiones de ese sumergible eran muy similares a las que luego tuvo el Ictineo I de Monturiol. Un detalle realmente genial y que faltó en muchos modelos de submarinos posteriores y más sofisticados, fue la inclusión a proa de sendos timones de profundidad o de buceo, fundamentales para facilitar las maniobras de inmersión y emersión del buque.

P. ¿Cuál era el objeto del submarino?

R. Nació para usos industriales, rescate de naufragios, etc., pero, inevitablemente, se reconvirtió en arma de guerra. Cosme García incluso diseñó un cañón de retrocarga que podía disparar por aberturas en los extremos de proa y popa. El arma, revolucionara en una época en que todavía imperaba la avancarga, fue probada con todo éxito en el polígono de Experiencias del Ejército en Carabanchel, Madrid. La “prueba oficial” del submarino se realizó el 4 de agosto de 1860 en el puerto de Alicante. La tripulación se redujo al propio inventor y a uno de sus hijos. El parte oficial del Comandante de Marina corroboró el éxito.

P. ¿Cómo valora que un nuevo submarino de la Armada española lleve el nombre del inventor logroñés?

R. Pues todo un reconocimiento a un hombre que, llevado de su ilusión, se empeñó materialmente hasta la ruina por dotar de tan revolucionario buque a su patria. Y aunque se desconocieran los detalles casi por completo de la obra de Cosme García, lo cierto es que la Armada lo ha recordado ya en dos ocasiones anteriores: desde el primer grupo de submarinos adquiridos por ella hacia 1916, del que el ‘A-2’ recibió su nombre, a muchos años después. Pero el primero era de construcción italiana y el segundo de procedencia estadounidense. A la tercera se ha conseguido que el ‘S-83’ lleve el nombre de un precursor español, siendo un proyecto y construcción completamente nacional. Si antes era conveniente que llevara ese nombre, ahora con mucho más motivo, como expliqué en mi petición a la Armada pidiéndole un recuerdo para el inventor riojano.

P. ¿Cree que su tierra natal debería poner más en valor su figura?

R. En España y en La Rioja solemos dar poco valor a las personas que realmente lo merecen, mientras que son tremendamente populares muchos personajes que sólo merecerían el olvido. Por supuesto que creo que La Rioja debe presumir de uno de sus hijos más ilustres, y pocas veces se habrá presentado mejor ocasión, cuando el reconocimiento es nacional y ha partido de las Fuerzas Armadas. La Rioja no puede quedarse atrás, y pese a la situación, no sería tan caro montar algunos actos divulgativos, exposiciones y una reedición de su hasta ahora única biografía, corregida y aumentada, y dirigida a un público más amplio y de  dentro y fuera de la Comunidad Autónoma.

P. Además del sumergible, Cosme García no dejó de inventar durante toda su vida, ¿no?

R. En mi primera investigación he conseguido hallar hasta tres modelos sucesivos de fusiles de retrocarga, el último de los cuales fue construido en serie para el Ejército, figurando ejemplares en varios museos militares españoles, aparte de una imprenta manual y, lo que fue su gran éxito, la máquina de franquear para Correos, la primera verdaderamente operativa en España, que estuvo funcionando en todas las Administraciones postales más de veinte años. Pero no descarto que hubiera otros, aún desconocidos, algunos de los cuales fueron luego aprovechados por sus hijos.

P. Paralelo a su ingenio, también tuvo una vida apasionante.

R. Hijo de un modesto carpintero y luego guitarrero, Cosme tuvo una formación autodidacta, indudablemente relacionada con mecanismos como la relojería, las armas y la imprenta. Muy joven, y en un Logroño amenazado por los carlistas, entró como su padre y su abuelo a servir en la Milicia Nacional, el ejército ciudadano de reserva del bando liberal en aquellas contiendas civiles; tuvo que casarse con su novia embarazada, que le dio varios hijos, trabajó como impresor en varios periódicos de Madrid y fue regente de la Imprenta Nacional, se trató con la élite política española de la época,  conoció a Isabel II y a Napoleón III de Francia, viajó por España y por Europa, patentó incluso en Francia sus inventos, y al final, arruinado e incomprendido, dejó a su familia por una sirvienta, de la que tuvo dos hijos más, antes de morir cuando no tenía aún los 56 años. Todo un argumento para una novela.

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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