Llegué a las ocho de la mañana de aquel domingo a la estación (por llamarla de alguna manera) de donde partían los autobuses para Urubamba, en busca del Nevado Chicón; un 5.200 que se me iba a atragantar. La estación se camuflaba en una especie de corral interior, a pocas manzanas de la Plaza de […]