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La roca del ballenero

Caravanas a ninguna parte

Las caravanas electorales supongo que se llamen así porque algún ingenioso en la transición, cuando los medios de comunicación seguían a los candidatos a golpe de autobús y el avión ni se planteaba, decidió que aquello era como en las películas del oeste en las que una serie de carromatos iban guiados por alguien hacia ninguna parte, bueno sí al oeste después de luchar con los indios o los malos de cualquier pelaje. En el autobús se comía, se dormía, se reía, se fumaba, se bebía, se hacía de todo. Como en las caravanas del oeste.

El nombre ha quedado pero no se parecen en nada a aquellos movimientos transhumantes de los setenta y ochenta. El autobús se usa poco, ha llegado el tren, siempre que sea de alta velocidad, pero tampoco es el medio más usual. Casi todos los desplazamientos son por el aire, aunque sea para vuelos de un cuarto de hora. ¡Así ya se puede! comentará alguno. Seguro que es alguien que no tiene ni idea porque no se ha movido de la silla de la redacción y nunca ha soportado una caravana en los últimos años.

Se viaja en avión porque los partidos han triplicado o cuadruplicado las distancias que recorren los candidatos en dos semanas. Madrugones infames estés bien o mal, aterrizajes y despegues uno tras otro. Se puede desayunar en Murcia, comer, si es que hay tiempo, en Zaragoza y dormir, un poco, en Santander; y al día siguiente vuelta a empezar, después de un desayuno santanderino, se almuerza, insisto si se puede, en Sevilla para cenar en Barcelona. Y así dos semanas. ¡Ah! y entre medias hay que trabajar: crónicas para las radios, los periódicos y las agencias, y totales para las teles, con el añadido de la contribución a la página web de cada medio.

Todo esto, además de costar un dineral -por ejemplo la cobertura de esta campaña del PSOE va costar del orden de los 15.000 euros (mil diarios) y la del PP unos 10.000- para qué. Los candidatos quieren colocar su mensaje y, a menos de que el informador sea medio espabilado, convierte a los caravaneros en meros intermediarios de la propaganda electoral, por lo demás repetitiva y aburrida.

Entonces por qué se mantiene esta modalidad periodística. Por costumbre, porque siempre se ha hecho, no por su interés informativo. Los que quieren acallar sus conciencias argumentan que de esta forma se tiene contacto con el candidato, conoces a su entorno, adquieres fuentes informativas. ¡Y un cuerno! Al candidato apenas le ves salvo en el escenario del mitin, como cualquier espectador, y a lo sumo hablar con él de pie, apretujado y de mala manera una hora con suerte en dos semanas; el ansiado entorno brilla por su ausencia y las fuentes están más secas que la mojama. El único trato es con los también esforzados y machacados equipos de prensa de los partidos, unos más simpáticos que otros, y que en función de la disposición tengan hacen más o menos agradable el periplo.

El resultado. Crónicas, por lo general y pese a los esfuerzos de sus autores, tostones como panes requemados; imágenes, las de siempre con el único cambio del fondo de pantalla; sonidos parecidos como gotas de agua. Y dentro de cuatro años, otra vez la misma historia. No aprendemos y así nos va.

 

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caravana, PP, PSOE

Un blog que pretende dar un repaso general a la lucha por el Palacio de la Moncloa

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