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Jorge Alacid

Línea de puntos

Los que se avecinan

José Ignacio Ceniceros saluda a Uxue Barkos, durante una reunión en Logroño. Foto de  Sonia Tercero

«Toma problemas prestados, si te lo dicta tu naturaleza, pero no los prestes a tus vecinos» (Rudyard Kipling)

 

El martes llegó por fin al Parlamento de La Rioja la voz ciudadana, aunque no hay de qué preocuparse: no, no fueron sus señorías quienes se subieron al atril junto a la presidencia para atacar el micrófono y protagonizar la plúmbea liturgia habitual. Quien se aposentó ante su hermosa puerta fue un grupo de ciudadanos. Miembros de eso que llaman Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado; vulgo, policías y guardias civiles, que llevan bastante tiempo siendo realistas: piden lo posible. Es decir, que alguna vez España demuestre que es (de verdad) un país donde la igualdad prevalece en la misma medida que otros atributos supremos.

Un país, donde, por ejemplo, a igual trabajo, igual salario. Donde un policía cobre más o menos lo mismo, allá penas qué uniforme viste o qué territorio custodia. Se trata de una reclamación que excede el ámbito laboral. Extiende su influencia en el maléfico modelo triunfante, denominado Estado autonómico, destinado a consagrar el equilibrio entre regiones pero convertido más bien en el imperio de la deslealtad. Donde los salarios o la fiscalidad deberían constituir un valioso botín, con el que un país moderno jamás debería jugar, salvo que quiera volver a la Edad Media o sus dirigentes añoren el carlismo. Donde el principio de equidad debería presidir otro universo muy sensible para la ciudadanía, como su acceso al mercado laboral mediante esa vía tan cara para un español: las oposiciones.

Porque la pretensión de ser funcionario igualmente perjudica a quienes presenten su candidatura allí donde triunfa la perversa cooficialidad entre idiomas. Un diabólico enredo que viene a garantizar lo siguiente, visto con los ojos de quien habita a este lado del Ebro: un riojano compite (también en esto) en desigualdad de condiciones. Rara vez podrá aspirar a trabajar en el sistema vasco de salud o en la red escolar de la región vecina, salvo que aprenda euskera. Por el contrario, los centenares de miles de ciudadanos vascos que por supuesto desconocen su lengua vernácula pueden muy bien apuntarse a las oposiciones que convoque la Administración riojana: sólo les pide que se expresen en el idioma nacido en San Millán más o menos correctamente. Y, sobre todo, que acrediten el magisterio que se les supone en el cuerpo de funcionarios donde aspiran a trabajar.

Así que dentro de unos meses, cuando salgan a la luz los nombres de candidatos a funcionarios de la Comunidad Autónoma de La Rioja, se repetirá esa tradición según la cual decenas de apellidos de raíz vascuence poblarán cada listado. Un milagro que no ocurre en el sentido opuesto: la España de las autonomías olvida el sentido común, como puede observarse estos días en otras regiones. Incluida Navarra, territorio también vecino, cuyo Gobierno se apunta a la pujante moda. Qué importan los méritos que adornen el currículum de un aspirante a médico en Tudela, al lado de lo trascendente de verdad: que sepa decir 33 en euskera. País Vasco, Navarra, Cataluña (cómo no), Baleares… Mientras todas estas aberraciones se estrellan contra el espejo de la actualidad, la mayoría de partidos tiende a ponerse de perfil. Los mayoritarios, porque prefieren no inmiscuirse en arenas movedizas, listas siempre sus redes para captar el voto nacionalista que, a cambio de las regalías de rigor, consolide su frágil mayoría en las Cortes, en la coyuntura actual o en la futura. Y Podemos, porque sus dirigentes militan en esa clase de izquierda que rinde diario tributo al aldeanismo más casposo: les parece que el virus nacionalista inocula modernidad, aunque la historia demuestre lo contrario.

De modo que mientras sesudos politólogos se turnan para explicar el auge de Ciudadanos, a menudo olvidan lo esencial: que le ha quitado al PP esa bandera de ser el único partido capaz de mantener un idéntico discurso en todo rincón de España. El mismo PP que negó a Podemos su apoyo en el Parlamento riojano para equiparar los salarios policiales, pero luego se apresura a ponerse para la foto. También el PSOE dispone de su propia cuota de pecados. Sus dirigentes posaban el martes muy ufanos ante el Parlamento, junto a la pancarta policial: esa equiparación salarial sí que cuenta con su apoyo. Y además se observa el sello socialista en unas cuantas medidas, saludables todas ellas, que persiguen ese ideal nunca alcanzado: el ideal de igualdad. Acabar con la brecha salarial en cuestión de género o garantizar que nadie pueda ser excluido por razón de sexo, raza o religión forman un catálogo de estupendas iniciativas. Tan estupendas que nadie se atreve a negar su respaldo. Pero para combatir esta otra desigualdad, la bendecida por la deslealtad permanente entre regiones, sobran pancartas: faltan manos. Hoy, sólo Ciudadanos acepta asumir el sacrificio en votos que encierra en Navarra o País Vasco mantener la misma tesis que en La Rioja: que la verdadera igualdad comienza por la igualdad entre territorios. Qué casualidad que ese discurso sea el más votado nada menos que en otra región de España muy desafecta, Cataluña. O tal vez no sea casual: tal vez sucede que el elector está harto de ocurrencias. Y que ser consecuente sigue siendo la mejor manera de recaudar votos.

 

Día de La Rioja 2019 sin elecciones

La sala de máquinas de cada partido riojano contuvo durante un tiempo la respiración mientras se temía lo peor: un escenario electoral en el 2019 diabólico. No sólo por la triple concurrencia de urnas municipales, regionales y europeas, sino porque hubo un momento en que pareció posible tener que votar nada menos que el Día de La Rioja. La convocatoria de comicios a escala continental, en el caso de decantarse por el 9 de junio, hubiera obligado a celebrar las elecciones locales y autonómicas ese mismo día. En medio de los actos de la región que acoge San Millán, nada menos. Y en medio del puente que deja Logroño casi vacío. Pero no hubo tal. Las elecciones serán el último domingo de mayo.

La ausencia de Ceniceros en León

La cumbre de presidentes autonómicos celebrada el lunes en León contó con la ausencia de José Ignacio Ceniceros, quien no pudo sumar la voz riojana a las allí congregadas: las de sus pares de Asturias, Galicia, Aragón y Castilla y León. En el Palacete se admitió que Ceniceros no había sido convocado, pero el portavoz parlamentario del PP, Jesús Ángel Garrido, ofreció su propia versión: la inasistencia debía justificarse por problemas de agenda. Desde la Junta de Castilla y León, organizadora de la cita, se da por buena la primera versión: Ceniceros, en efecto, no fue invitado. Lo cual no debe interpretarse, según su portavoz, como descortesía: «No fue una cumbre excluyente, ni hacia La Rioja ni hacia ninguna otra región: fue una reunión fruto del trabajo habitual que llevan estas cuatro regiones».

Un repaso a la actividad política de La Rioja (y resto del Mundo)

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.