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Jorge Alacid

Línea de puntos

Cirugía sin anestesia

José Ignacio Nieto y María Martín, en una imagen de archivo. Foto de Jonathan Herreros

«O se tienen muchas ideas y pocos amigos o muchos amigos y pocas ideas» (Santiago Ramón y Cajal)

 

Como relata en su recomendable ‘Amsterdam’ el periodista norteamericano Russell Shorto, para cualquier natural de la muy liberal ciudad holandesa detenerse ante el enorme lienzo que Rembrandt tituló ‘Lección de anatomía’ representa una indagación alrededor de su propia identidad. Cabe añadir que se trata de una experiencia que puede ser compartida por cualquier ser humano medianamente sensible, sin necesidad de que naciera a orilla de los canales. El lienzo, muy rico en simbolismos de todo tipo, se nutre de una metáfora dominante, muy evidente. El contraste entre la vida y la muerte, una delgada frontera que se cruza en un parpadeo. Ahí observará el espectador avispado ese cruce de caminos entronizado por la historia del arte: los científicos observando con interés genuino el cadáver que representa lo contrario de su curiosidad. Representa todo lo que se quedó atrás.

Una imagen que guarda alguna semejanza, simbólica también por supuesto, con el estado de postración de la sanidad riojana que heredó hace tres años su actual consejera, María Martín. No es que el modelo sanitario gozara de mala salud, al contrario: sus usuarios pertenecen, sin saberlo a menudo o sin detenerse a aceptarlo, a la privilegiada minoría del mundo civilizado que puede curarse de sus males sin soportar un atraco. Pero la gestión de ese magma siempre en combustión que es el gigante de Sanidad, de suyo oneroso para las arcas públicos, carecía del impulso político que sus anteriores responsables se mostraban incapaces de garantizar. Incluso algunos fieles al dúo Nieto-De los Mártires, que hoy militan en el equipo de Martín, cabeceaban pesarosos a la vista de las fallidas aventuras que sus jefes protagonizaban. También era visible algún descontento entre sus propias filas: en medio del lío que siguió a la renuncia de Pedro Sanz, hasta sus leales reconocían que la Consejería merecía una dirección más adecuada. Menos propicia al combate político. Más centrada en su sustancia auténtica: el sistema sanitario.

Así que llegó Martín, se rodeó (más o menos) de los mismos colaboradores que ya escoltaban a su antecesor, tomó el bisturí y sajó a fondo, mientras recetaba una alta ración de efecto placebo: sonrisas. Lo cual mejoraba desde luego el modelo anterior (que tampoco era muy difícil). Pero ocurrió que a medida que se acercaba al monstruo, a medida que conocía de verdad las entrañas del elefantiásico departamento que pilota, acabó por enredarse en la misma melé que ya reclamaron más atención de la prevista (y de la necesaria) a sus predecesores. En parte, debe reconocerse, por la densa magnitud de la herencia recibida, muy pródiga en zonas oscuras que la consejera evitó explorar a fondo: no fuera a encontrarse con lo que no quería. De modo que el balance de sus tres años de consejera, que admiten episodios luminosos, empieza a recordar peligrosamente a ese anterior modelo que se empeñaba en desmontar. Le habrán faltado recursos, tiempo o energía: habrá que recordar que desde hace un año añade a su condición de titular de Salud el encargo de curar al maltrecho PP que salió de Riojafórum. Hasta el punto de que se arriesga a perder ese brío tan particular, inhábil para administrar la carga de trabajo que se prescribe a sí misma. Una terapia cuyo ingrediente principal es el mismo que se receta cada político en cuanto entra en pánico o se acerca a esa sensación: propaganda. Una generosa dosis de propaganda.

Porque su manera de corregir el rumbo de esta nave que no se sabe muy bien hacia dónde va se concentra en una noria de comparecencias cuyo resultado es el conocido: cuando todo es noticia, suele suceder que casi nada lo es. Resulta por lo tanto difícil discriminar desde fuera de la Consejería dónde residen sus prioridades. No hay semana sin un anuncio de postín en el ámbito investigador ni pasan cuatro días sin que aumente la cartera de servicios, ese chicle estirado hasta el infinito porque el bolsillo del administrado puede con todo. Con triple salto mortal muy reciente: cuando se implanta una terapia para diabéticos que hace apenas un mes se desestimaba en sede parlamentaria. Gol en propia puerta. En época de confusión, se acaba abrazando incluso lo que antes se criticaba.

Martín, dueña de una interesante veta política, digna de una hoja de servicios mejor que la exhibida hasta hoy, tenía un plan. Pero era un plan que dependía de demasiadas fuerzas que no controla, incluyendo la veleta cooperación de Ciudadanos, que no ayuda mucho. Así que la consejera, que inauguró su mandato estrellándose contra el parking del San Pedro, ha ido acumulando malas noticias que pretende sofocar a razón de rueda de prensa diaria, como si no controlara la agenda. Lo revela el varapalo reciente en el Hospital de Calahorra, sólo un aviso del sombrío horizonte que se anuncia cuando toque renovar el concierto con Viamed, su particular Doctor No. Incluso entre quienes bien le quieren prende la idea de que el alza de la factura sanitaria sólo puede digerirse en alianza con la iniciativa privada, pero se trata de un territorio tan hostil (y poco transparente en el caso riojano, como Martín bien sabe) que se comprende que le dé pereza leerse el contrato que debería renovar en otoño… Aunque tiene una ventaja: para entonces, como secretaria general del PP, ya habrá tenido que confeccionar las listas electorales del 2019. Toda una lección de anatomía. Y de cirugía. Porque será cuando tenga que aprender a operar sin anestesia.

 

LA LETRA PEQUEÑA

Declaraciones sin consenso…

El último pleno parlamentario debería haberse estrenado con sendas declaraciones institucionales, planteadas por PSOE y Ciudadanos. El primer grupo, a favor del movimiento LGTBI, que ese jueves celebraba su efeméride. Y el segundo, en apoyo del pueblo palestino. Pero no hubo tal. Ninguna de ambas llegó al orden del día, porque en la reunión previa de portavoces no hubo consenso. Una singular manera de empezar un pleno que culminó con otra curiosidad: en lugar de Félix Vadillo, portavoz habitual del PP en temas sanitarios, tomó la palabra Jesús Ángel Garrido para defender la postura de su grupo.

… y declaración en lista de espera

Otra declaración, la de bienes que deben presentar los altos cargos del Gobierno, se halla en lista de espera. Se trata de la que firma Raquel Sáenz, quien pasó del Legislativo al Ejecutivo y debe publicar sus activos en la web autonómica. Una obligación pendiente de materializarse: alegan desde Fomento, donde ocupa la cartera de directora general, que ella ya formalizó ese requisito, pero que la burocracia tarda en compartir con los administrados esa información.

Un repaso a la actividad política de La Rioja (y resto del Mundo)

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.