>

Blogs

piogarcia

Loco por incordiar

Día de difuntos

Me gusta pasear por los cementerios. Me gusta perderme por sus sendas agrestes, llenas de arena y de piedrecitas, y respirar el olor dulzón a flores húmedas. Me gusta sentir ese silencio definitivo e irrevocable, que se cuela entre los cipreses como un viento de eternidad. Me gusta admirar los mausoleos elefantiásicos, con sus mármoles pretenciosos, sus angelotes retorcidos y sus vírgenes arrobadas. Me gusta examinar las sepulturas humildes y esquemáticas, con la fotografía amarillenta del morador, quizá todavía con la boina puesta, y repasar aquellas dos cifras mondas que acotan su lejana biografía. Me gusta pasear con calma entre los nichos, leer los nombres de los difuntos, calcular las edades, detenerme ante la insoportable tragedia de un niño arrebatado, imaginar la enfermedad, el sufrimiento, el adiós, la nada. ¡Qué difícil, asfixiante y necesario es imaginar la nada!

No sé si existe Dios. Veo cómo mi cerebro, que se pretende racional, lucha denodadamente por mantener no ya la fe -que no tengo-, sino al menos una sombra de duda, un resquicio de posibilidad, un tal vez que se me va escapando como la luz incierta y temblorosa de una vela.
No sé si existe Dios, pero sé bien que existe la muerte. Y me asombra cómo muchas personas se olvidan de que son mortales y viven como si lo suyo tuviera alguna importancia: gentes que se consumen por ganar dinero, por escalar puestos, por derrotar enemigos, por acumular poder, por defender patrias…, sin pensar que, hagan lo que hagan, algún día no muy lejano acabarán convirtiéndose en humo o en carne para gusanos. Todos deberíamos visitar con mayor frecuencia los cementerios.

Temas