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piogarcia

Loco por incordiar

Donde dije no, digo IVA

Todavía recuerdo el careto de palo de George Bush (padre) mirando fijamente a la cámara y diciendo, serio y cabal: «Lean mis labios; no habrá nuevos impuestos». Meses después, en efecto, subía los impuestos.

Todavía recuerdo el careto gordezuelo de Felipe González, cuando era joven, apuesto y socialista, diciendo a los periodistas: «OTAN, de entrada, no». Meses después, en efecto, España entraba en la OTAN.

Todavía recuerdo el careto de José Luis Rodríguez Zapatero, con sus cejas circunflejas y su aire vagamente revolucionario, diciendo urbi et orbe que su Gobierno jamás recortaría los derechos sociales de los ciudadanos. Meses después, en efecto, congelaba las pensiones y dejaba temblando a los funcionarios.

Asumamos entonces que los políticos mienten. En este campo, reconozco mi devoción por José María Aznar, único prohombre capaz de sostener a posteriori algo que ya había incumplido: primero habló con ETA y luego, meses después y pese a que aquello salió en todos los periódicos, insistía impertérrito en que su Gobierno nunca había hablado con ETA.

Ahora oigo a Luis de Guindos anunciar que van a subir el IVA y no me sorprende. Sí, han mentido. Han prometido mil veces lo que ya sabían que no iban a cumplir. Otra vez. Lo más fatigoso es tener que tragarse hoy a sus publicistas vendiéndonos la moto y echando la culpa a los demás. Por eso yo, que ya me estoy cansando de tonterías, pido a mis políticos que, de una vez por todas, se abstengan de prometerme nada. La política es el arte de la oportunidad y en ese territorio, por definición mudable y quebradizo, no existen verdades sólidas ni promesas firmes.