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Loco por incordiar

Ocho años

De pronto, enchufo la radio y oigo a Pedro Sanz proponer que el presidente de La Rioja solo pueda estar ocho años en el cargo.

¿Mande?

Cuando Sanz subió al poder, en el año 1995, prometió que solo iba a estar ocho años en el cargo. No lo sugirió sutilmente ni lo murmuró por lo bajini: lo prometió de manera solemne y con gruesos ademanes, como si hubiera tomado una decisión inquebrantable y largamente meditada. Decía, entre otras cosas, que con su enloquecido ritmo de trabajo era imposible aguantar más y que no quería eternizarse en el poder y que le disgustaba hacer de la política una profesión como habían hecho los socialistas y bla bla bla.

Dos años antes de que expirara su segundo mandato, comenzó a decir por ahí que «oía voces» que le pedían que siguiera. Se conoce que aquellas inquietantes voces arreciaron y empezaron a hablarle a gritos porque un día montó un show para escenificar que todo su partido (o sea, él mismo) le «liberaba» de su promesa para que se volviera a presentar a unas elecciones. Olvidaba Sanz que el PP no le podía «liberar» de un compromiso que había adquirido con toda la ciudadanía, pero esas minucias protocolarias quedaron enterradas por el vendaval de una nueva mayoría absoluta.

Y ahora, doce años después de aquel episodio poco edificante, Sanz nos sale otra vez con lo mismo. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué él sí y los demás no? ¿Acaso no vio entonces a nadie en su partido con la capacidad suficiente para mantener la nave a flote? ¿Quizá todavía no lo ve y por eso se pone a bailar este confuso minué del mequedo-mevoy? ¿ O tal vez disfruta jugando con sus delfines como un adiestrador sádico, que primero los encela y luego les esconde la sardinilla?

Me temo que necesitaré al menos ocho años para entenderlo.

(*) En la paleofotografía, de mi compañero Enrique del Río, Sanz cuando llegó a la presidencia. Hace 18 años.

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