>

Blogs

piogarcia

Loco por incordiar

El maestro

Nos hemos tirado años pensando que la solución para todos nuestros problemas educativos estaba en internet. Salía el gobierno (cualquier gobierno) y sacaba pecho porque había logrado introducir 2,7 ordenadores por aula. Aparecíamos entonces los periódicos y titulábamos aquello con letras de medio metro, como si de verdad fuera importante. Empezábamos a hablar de pizarras digitales, de un ipad por cada alumno, del futuro promisorio que a todos nos aguardaría en cuanto cada chaval pudiese conectarse desde su pupitre.

Por fortuna (¡por fortuna!) la crisis frenó esa supuesta revolución. En las aulas de La Rioja apenas hay un ordenador macilento que los críos usan por turnos. Me alegro: aquella efusión informática sonaba más a tontería de nuevo rico que a política educativa sensata.

Hace un par de años, el ‘New York Times’ publicaba un reportaje sorprendente: los grandes gurús de las nuevas tecnologías eligen para sus hijos escuelas sin pantallas. Sin ordenadores. Solo pupitres, libros (de papel), cuadernos y lapices… Y un maestro. «La idea de que con una app y un ipad mi hijo aprenderá mejor a leer y a calcular es simplemente ridícula», decía Alan Eagle, a la sazón ingeniero informático y alto ejecutivo de Google.

Traigo esto a colación porque siento que, metidos de lleno en nuestro cotidiano follón educativo, se nos escapa lo principal: necesitamos buenos maestros, que no se limiten a señalar con un puntero los ríos de Europa, sino que acompañen a los alumnos en su aprendizaje.

Cuando miramos con asombro el sistema finlandés, se nos suele olvidar que, en aquellas llanuras heladas, solo los estudiantes más motivados y con mejores expedientes pueden plantearse cursar Magisterio, una de las carreras más prestigiosas y socialmente reconocidas.

 

(*) En la fotografía, de mi compañera Sonia Tercero (soniaterceroproducer), una maestra da clase en un colegio riojano.

Temas