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Loco por incordiar

El círculo de Sanz

En La Rioja, las renovaciones se hacen hacia adentro, espiritual e introspectivamente, como esas eyaculaciones tántricas de las que tanto se pavoneaba Sánchez Dragó.

Todos sabíamos, por ejemplo, que Pedro Sanz iba a ser de nuevo el candidato del PP, pero en lugar de despachar el expediente con un sí seco y sin dramaturgia, nuestro Amado Líder decidió organizar un referéndum en un círculo, como hacen esos perroflautas harapientos de Podemos.

Menos mal que eligió el Círculo Logroñés, que, aunque tiene la misma forma geométrica, es decididamente otro tipo de círculo, con esa elegancia austrohúngara de techos altos y lamparas de araña que tanto nos gusta a la gente de orden.

Hete aquí que Sanz, como yéndose sin irse, cansado ya de la pompa de este mundo pero dispuesto de nuevo al sacrificio, decidió someter su continuidad a votación secreta entre doscientos elegidos. Había papeletas aunque no rival, por si las moscas, y un par de urnas a las que los votantes acudieron disciplinadamente, ordenaditos en fila, extáticos y casi arrobados, como si estuvieran en misa y se levantaran a comulgar.

Teniendo en cuenta que muchos de ellos comen caliente gracias al dedo de quien se sometía a escrutinio y teniendo asimismo en cuenta que, si el escrutado perdía, todos ellos serían expulsados del paraíso y deberían buscarse el pan con el sudor de su frente, debemos reconocer que el suspense era escaso y que el referéndum tenía un toquecito a lo Kim Jong-Un, aunque sin desfiles militares ni melenas cardadas, con el único peligro de que los síes sumasen más del cien por cien, lo que quizá hubiera dado mala imagen de unos sentimientos tan puros.

Dicen que en Madrid el asunto no ha gustado un pelo y tampoco me extraña: ¡adónde nos llevarán estos osados con sus inapelables ejercicios de democracia interna!

(*) En la fotografía, de mi compañero Díaz Uriel, Sanz imparte la bendición urbi et orbe a sus feligreses.

 

 

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