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piogarcia

Loco por incordiar

¿Esquirol?

El sábado por la mañana, cuando se levantó el crío, le dije que desayunara. Se tomó un vaso grande de colacao y tres galletas. Estaba viendo unos dibujos. Luego, casi sin pensarlo, le ordené (no le sugerí ni le convencí; le ordené) que se pusiera a hacer los deberes. Protestó. Renegó. Se fue a su habitación, abrió el libro y rellenó una ficha de matemáticas.

No le pasó nada.

Media hora después ya estaba saltando por los sillones (hacía un día de perros) y dándome la barrila para coger la tablet o poner la televisión. Luego su madre se sentó con él en el ordenador y ambos buscaron información sobre el planeta tierra: una esfera rocosa, achatada por los polos, que gira alrededor del sol. Se lo pasaron bien.

Más tarde caí en la cuenta de que lo había convertido en un pequeño esquirol. Un esquirolito de ocho años, matriculado en Tercero de Primaria e ignorante aún del significado rotundo y un poco vergonzante de la palabra ‘esquirol’. Los padres de la escuela pública (en ese plural mayestático me veo inopinadamente incluido) habían convocado para ese fin de semana una huelga de deberes…, aunque no creo que huelga sea un término exacto. Digamos que pedían un boicot: ese finde, según la FAPA, había que pasarse por a los maestros por el forro.

No me gusta esa forma tremendista de plantear los debates: restan autoridad al profesor y mandan un mensaje equivocado a los niños. Pero creo que algo de razón llevan/llevamos los padres. Hay chavales, sobre todo en Secundaria, que malviven aplastados bajo el peso de un temario excesivo y de toneladas de deberes anodinos y macilentos. Da la impresión, además, de que falta creatividad y algo de coordinación entre los profesores, como si cada uno reinase en su taifa y no se preocupase ni de lo que manda el vecino ni de la personalidad de cada alumno.

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