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Jorge Alacid

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Nuestro hombre en la barra (III): Míchel, el del Calderas

Míchel, defendiendo de crío la barra de su popular bar Calderas

Míchel: uno de esos camareros de confianza, de los de toda la vida, a quienes se conoce por su nombre de pila. Y es suficiente. Tanto, que para preparar estas líneas le tuve que preguntar por su apellido, cuestión que yo ignoraba como supongo que desconocen muchos de cuantos una vez fueron sus clientes y le visitaban en el legendario Calderas. Ahora no es tan común verle al frente de la barra, pero hubo un tiempo en que ejercía de faro y brújula para quien esto escribe, integrante de una pequeña multitud que solía detenerse en su barra para asistir al asombroso fluir del agua en su mítica pila donde refresca las bebidas. Una pila patrimonio de la humanidad logroñesa. Míchel protagoniza la tercera entrada de la sección Nuestro hombre en la barra, dedicada a relatar la historia de nuestros camareros más conocidos. Y lo hace confesión mediante: “Realmente, yo no tenía ninguna gana y menos interés en trabajar de camarero”. “A mi padre”, recuerda, “le dio por comprar un bar en la calle Laurel, el Calderas, así que dejó la carretera y allí nos fuimos la familia”. Míchel era entonces un chavalín de apenas 10 años, que seguía estudiando como corresponde a esa edad aunque de vez en cuando echaba una mano a la familia, como se observa en esta imagen. No era una ocupación rara para él: su abuelo era propietario del Chiqui en Colón, de modo que no puede extrañar que con el paso de los años acabara por tomar las riendas del negocio familiar y dedicarse totalmente a la hostelería.

Fueron grandes tiempos, reconoce. Míchel añora aquel pasado, no tan lejano, en que los hábitos de consumo en materia de bares eran radicalmente distintos a los de ahora. La propia calle Laurel también era harto diferente, en efecto: qué se hizo, se pregunta, “de aquellas cuadrillas que se pasaban el día entero en la calle Laurel”. “Quedaban a primera hora de la mañana un domingo, tomaban unos ‘revueltos’ , vermús, vinos, banderillas, café torero, copa, puro, medios cubatas… Y vuelta al vino, banderillas, café… Era cuando los bares no cerraban a mediodía”, rememora. Cuando los horarios eran otros, desde luego: es que los bares casi no cerraban nunca, carecían sus dueños de vacaciones y entre semana, por supuesto, la calle Laurel ofrecía otro aspecto, menos sombrío que el actual, al menos en los días de labor.

Una impresión que corrobora el propio Míchel: “Creo que la mayor diferencia hoy en día es la distancia que se ha creado establecimiento y cliente”. Una impresión que desgrana con estas palabras: “Se ha perdido aquella relacción entre dueños y clientela, aquella complicidad, buen rollo, amistad incluso: había alguno que cuando venía al bar, en realidad venía a su casa, entraba a la cocina, estaba un rato hablando… Clientes que te contaban su vida, hasta el punto de que cuando se ponían enfermos o tenían un accidente, ibas a verlos al hospital”, relata. El paso del tiempo también deja alguna reflexión positiva, concede el dueño del Calderas: “Hombre, el gremio ha evolucionado, igual que todos hemos ido para adelante en este país, unos más y otros menos, cada uno en la medida que ha podido”. Y añade: “Sí que hemos empeorado, creo yo, en el exceso de oferta: es difícil ahora tener esa misma relación con los clientes con tantos y tantos bares”.

Así que Míchel concluye sus palabras regresando al territorio de la nostalgia, propio de quien prácticamente se ha criado en la calle Laurel. “Mis libros del ‘insti’ olían a cocina”, advierte. “Quedamos sólo unos pocos que hayamos visto repartir las bebidas en carros tirados por caballos o que hayamos probado la zarzaparilla”, confiesa. Resumen final: “Podría estar tres días seguidos recordando aquellos años y aquellas cosas con mucho cariño. Creo que daría para un libro”.

 

Mïchel, con Miguel Herreros en el Calderas

 

P.D. Cuando a Míchel (que por cierto se apellida Perella Ambrosi, “presunto italiano”, aclara) se le pide que mencione sus tres bares favoritos de Logroño, contesta así: “Resaltar tres bares son muy pocos para mí, porque tengo bastante recorrido. Y si doy nombres seguro que me dejaría alguno y me dolería, porque en muchos tengo muy buena relación. Prefiero decir que en la calle hay tres, que no me gustan nada, no por los establecimientos en sí, sino por quienes los dirigen”.

 

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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