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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

El mejor bar del mundo

Bar Savoia, en la localidad italiana de Amalfi

 

Muere el año, llegan las listas: tradición navideña que este blog no puede ignorar. Aunque será una lista heteredoxa: en la búsqueda del mejor bar del mundo, procuraremos no salir de Logroño. Porque esa clasificación que cada año elabora no sé quién (y elige en el primer puesto al bar Artesian, de Londres: no tengo el gusto) suele tener en cuenta aspectos que (me parece) nada tienen que ver en que este bar y no otro nos lleguen al corazón o nos dejen indiferentes. Se suele valorar dos aspectos que a mí me dejan frío: las elevadas tarifas concentradas en su lista de precios y ese tipo de lujos contemporáneos que quienes hemos sido educados en el añorado y confortable universo de cabezas de gamba y serrín en el suelo ignoramos con educada gentileza.

Así que olvidando lo que cuenten los gurús de este negocio, aporto mi propia lista. La suma de todas entradas debería formar el mejor bar del mundo, pero tampoco de eso estoy muy seguro: a veces el orden de los factores altera el producto final. Porque falta lo esencial: falta la magia. Y ese es un componente intangible que suele aparecer cuando no se le convoca… aunque yo no dejo de llamar a su puerta. Porque pienso de verdad que el mejor bar del mundo debería tener:

La barra de La Granja. Hermosa curva que dispara nuestros recuerdos al territorio de la nostalgia. Yo era un crío que se pedía una tostada con mantequilla, manjar consumido en el silloncito situado a la entrada, bajo la imperial escalera. Vale también la barra del Ibiza. Abstenerse los amantes del bar low cost.

La terraza del Tívoli. Veríamos aparecer a Maisi bandeja en ristre, lentísimo: procurando que la cerveza llegara siempre caliente. Y resucitaría Anita con sus pipas horneadas en la locomotora de juguete. Tratantes de ganado, abstenerse.

El camarero Santos. Regresamos a La Granja para homenajear a los camareros de antigua estirpe, profundos conocedores del oficio. Serviciales pero no serviles, discretos pero no olvidadizos: ese tipo de camarero que te despacha lo que tú quieres sin necesidad de pedirlo. Abstenerse tiquismiquis.

La gramola del Tigre. En el mejor bar del mundo sólo suena la música que tú quieres: algo demasiado importante para dejarlo en manos de los dueños. Sonarían los Rolling y Adriano Celentano, Paolo Conte y Las Grecas, Antonio Machín y Marvin Gaye, Los Amaya y Los Ángeles, Tom Jones y Suzy Quatro. Horteras, abstenerse.

Los pinchos del Pachuca. Honor a quien creó el universo de la tapa antes de que el concepto tapa existiera. Gloria por lo tanto al inventor del tentempié, concepto fetén y cañí al que tanto debe nuestro corazón tan logroñés: los calamares del Moderno, los ajos del Florida, las ensaladas del Soldado, los champis del Soriano y la tortilla del Sebas. Abstenerse finolis.

Los vinos del Turismo. Tinto con paracaidas, por favor. Y salvar el lumpen de la entrada, ignorar a la clientela bizarra apoltronada en las mesas de formica, la condescendencia del camarero de guardia, alguna lumi abandonada en una esquina de la barra. El mejor vino del mundo te tiene que dejar los labios desbordando melancolía. Brigadistas del ejército de salvación, abstenerse

Las copas del Saxo. Suenan los Smith por la megafonía y todo es perfecto: la compañía, sobre todo. Abstenerse fans de Pink Floyd. Y de ahí al Abraxas.

El espíritu de Cantabria. Y su bar, y el bar de la Hípica, las excursiones a La Pepa, el Joto y Los tres marqueses (ojo: en su anterior encarnación), y Las Losas de Oyón, y los huevos duros del Iturza, las cazuelitas del Cuatro Calles y la bodeguita Montiel, la infinita barra del Continental, la clase de Las Cañas, todas las declinaciones del Bretón, el alma resurrecta del Ibiza y la interminable cristalera del fenecido Capri por donde veíamos anochecer, en todos los sentidos. Forasteros, abstenerse.

P.D. La imagen que ilustra estas líneas pertenece al bar Savoia de Amalfi, donde recalé este verano. Me pareció que condensaba el encanto que uno busca en sus bares predilectos. Humildad pero grandeza, sabiduría y contención. Mucho estilo, incluyendo camareros insomnes apalancados en la puerta rascándose la cabeza, reluciente el mandil. De modo que me desmiento a mí mismo y decido viajar fuera de Logroño: el mejor bar del mundo debería incluir toda esa mentada lista de elementos logroñeses, depositarlos luego en el Savoia amalfitano y lanzar los dados para ver si surge la magia reclamada, con el Mediterráneo al fondo. Ese bar sí que sería perfecto.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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