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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Portales, nuevos en esta calle

Principal de Portales, vista desde San Agustín. Foto de Justo Rodríguez

 

Una entrada reciente a propósito del bar llamado Calenda, antaño Doblón, condujo mis pasos hacia la calle donde se asienta, Portales, que fue la mía durante mis primeros veinte años de vida. Y recordé que hasta la apertura del mentado local, y de su vecino Merlín al que prometo regresar un día de éstos a través de persona interpuesta, la calle apenas contaba con bar alguno. El sector hostelero le era ajeno, salvedad sea la añorada churrería de Samaniego y algún otro hito que ahora no recuerdo. Nada que ver, por lo tanto, con su fisonomía actual. La calle ha mudado su piel casi por completo. Han desaparecido algunos de los comercios más queridos (¡Dulín y La Mariposa de Oro resisten!) y en su lugar, ya se sabe: aparecen bares. Bares y nada más que bares. Que será el destino de otros negocios próximos a agonizar, por razones que la razón no entiende.

No me extenderé más en esta manía de ampliar el sector hostelero que nos ha dado ahora por Logroño. Prefiero centrarme en aquello que tiene de positivo. Por ejemplo, una apertura reciente: se llama Principal, ocupa un ancho espacio en la manzana lindante entre San Agustín y Gallarza donde se alzó aquel macrocomercio tan querido llamado Emiliano Alonso y se suma en consecuencia a la colonización de ese tramo para la hostelería. Ahora mismo, salvo la muy castiza relojería de Cárdenas, todos (todos: ojo) los negocios que se emplazan en la mano de los impares pertenecen al mismo ramo. Son bares y una pastelería, de esas contemporáneas: quiere decirse que a la magdalena le llaman muffin y al pastel, cake.  Por cierto: un negocio encantador.

El resto, media docena de locales, forman una curiosa fraternidad que luego se extiende por sus dos costados. Hacia Murrieta, al veterano y loado Eldorado le han nacido unos cuantos hermanos pequeños con el paso de los años y en la esquina con Once de Junio se espera un próximo alumbramiento. Y hacia los Chapiteles, ocurre otro tanto. Bares como el mentado Calenda, heladerías y restaurantes, aunque alguno de ellos se transformará pronto en… Bingo. Otro bar. Lo cual, entre otras novedades para quienes conocimos la calle dominada por una gozosa variedad de tiendas (librerías, por ejemplo: ya sólo queda Cerezo) representa un cambio cultural de extraordinario relieve, una de cuyas manifestaciones más ingratas se encarna en el imperio de la terraza.

Que es otra peculiaridad logroñesa. A mí me encanta, como a cualquiera, pasar un rato al aire libre en compañía de sus tragos favoritos y dejando que fluya la tertulia, pero me parece que como ocurre en otros ámbitos, aquí reina la ley… de la selva. Hace unas semanas, crucé la calle de arriba a abajo. Lloviznaba y había bajado el termómetro: un desapacible atardecer desaconsejaba sentarse en los veladores, cosa que en efecto sucedía. Las terrazas no tenían ningún cliente (repito: ninguno) pero allí estaban todas desplegadas, invadiendo el espacio compartido.

Lo cual contribuye como dejaba antes escrito a que la calle se haya convertido en una especie de parque temático para el ocio hostelero. Dejo para otros juicios más expertos que el mío si tal deriva tiene sentido. A mí me parecerá siempre fetén que todo empresario con espíritu emprendedor crea llegada la hora de convertir cualquier local en el bar que soñaba y procuraré arrimarme a su barra aunque sólo sea por el cariño que profeso a Portales y para compartir estas cavilaciones con el improbable lector, a quien recomiendo que se deje caer por el recién abierto Principal, terraza por cierto incluida: bocados suculentos, servicio esmerado y camareros en perfecto estado de revista. A todos ellos les deseo mucha suerte.

La que también merece Portales.

P.D. En los alrededores de la calle siguen naciendo nuevos bares cuya visita me parece aconsejable. Sobre los restos de la añorada casa Echaven, al final de Sagasta, lleva un tiempo de flamante apertura Moderna Tradición. Bienvenido sea. Todavía más curioso me parece recorrer el enlosado suelo hidráulico de la venerable  farmacia García Baquero reconvertida ahora en bar, en un recodo de la plaza del Mercado. Se llama La Despensa del Marqués, ofrece tapas estupendas con vistas a La Redonda y además de respetar el antiguo piso su reforma ha descubierto una curiosa columna de piedra y madera para custodiar el abovedado interior. El día en que deje de sonar Bisbal por la megafonía será un bar casi perfecto.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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