“Algo hay que hacer”: puede el improbable lector consultar a cuantos dueños de bares logroñeses quiera que acabará recogiendo múltiples alternativas a la pregunta de cómo reanimar su actividad en días laborables, así como una frase mil veces repetida. Algo hay que hacer. Porque el sector languidece entre semana. Es una evidencia palpable, que no afecta sólo a Logroño. Los hábitos de consumo han cambiado tan radicalmente que el antiguo peregrinaje diario de bar en bar se ha convertido en una costumbre que sólo mantienen los chiquiteros conspicuos, que merecerán algún día un detalle de su Ayuntamiento o de la Sociedad Española de Hepatología. El resto de la población se resiste a libar más allá del fin de semana: lo prueba cualquier visita por las lánguidas calles del centro de lunes a miércoles. Numerosos bares incluso cierran.
Surge por lo tanto la pregunta. ¿Cierran los bares porque no hay clientela? ¿O sucede al revés? Al parecer, se trata de una preocupación común al resto del sector en España, hasta el punto de que la Federación Española de Hostelería anuncia que pretende implantar alguna medida que mitigue la caída del negocio en esos días grises, sobre todo en invierno. Por ejemplo, la creación de un día dedicado al cliente, que clonaría la idea lanzada tiempo atrás por otro sector con problemas, el del cine. Así como hay un día del espectador en que bajan los precios para el visionado de películas e ingesta de palomitas, los bares patrios se dotarían de una jornada propia dedicada a honrar a la parroquia con algún atractivo adicional.
¿Cuál? Promociones, descuentos… La iniciativa parece aún muy incipiente, aunque sus promotores anuncian que les gustaría ponerla en marcha ya mismo: el próximo 11 de octubre. Que no sólo es martes: también es un martes víspera de fiesta. Lo cual sería un poco engañoso: habría que esperar unas cuantas semanas, hasta dar con un martes convencional, para ver si cuaja la idea, que cuenta por lo demás con el respaldo, entre escéptico y entusiasta, de algunos hosteleros logroñeses consultados. Que coinciden en la frase arriba citada (eso de que algo hay que hacer), pero discrepan sobre la fórmula. Cándido Fernández, que defiende el Torres de la calle San Juan y el Notre Dame de Duquesa de la Victoria, lanza de entrada una advertencia que pueden hacer suya la mayoría de sus colegas: “En nuestro bar todos los días es el día del cliente”. “Procuramos dar siempre el mejor servicio posible”, añade. Luego, cavila y cavila: “Desde luego, lo que yo no haría es algo tipo pincho/pote, porque es una fórmula que nunca me ha gustado”. Y agrega: “Más que bajar los precios, porque en muchos casos los márgenes ya están muy ajustados, lo que haría es subir la calidad”.
En términos parecidos se pronuncia Tere, que lidia a diario con el Donosti de la calle Laurel y La Taberna de Baco con sus socias, Ana y Marián. Aunque con algún matiz, tampoco es muy partidaria del llamado ‘pinchato‘ que por ese rincón de Logroño se organiza los jueves (“La verdad es que no tiene mucho éxito, hay que reconocerlo”, advierte); por el contrario, apuesta por una promoción que los martes condujera a más público hasta sus locales. “Por ejemplo, regalar el pincho. Que fuera una versión más contenida que el pincho habitual, pero que fuera el mismo que ofrece cada bar el resto de días”, sugiere. “Por supuesto, nada de servir un trozo de salchichón”, prosigue. “Porque algo hay que hacer: entre semana, la calle está muerta”, afirma. Y concluye: “Lo que se haga me parecerá bien para reanimar los martes, pero tiene que ser algo impactante, no cualquier cosa”.
Paco Bergés, al frente de la asociación que agrupa al sector en toda La Rioja, reflexiona desde el Ópera de la calle San Antón. Recuerda que se trata de un comentario surgido dentro de las reuniones que mantiene con sus homólogos de otras regiones de España pero avisa: “Hay que tener en cuenta que cada ciudad tiene su manera de ser en materia de bares”. En todo caso, no parece demasiado entusiasmado con la idea; a su juicio, serviría en el caso de Logroño para hacer la competencia a todos esos barrios que ya promueven sus propias ofertas (casi siempre los jueves). Más partidario se muestra de una variante, muy similar a la que preconiza el sector del cine: un día del cliente al año. “Me parece que el resto de las semanas no serviría de nada”, opina.
Porque su parecer es eso: una opinión. Más autorizada que otras, pero una opinión. Así que habría que ampliar el catálogo de dictámenes a propósito de esta cuestión, abarcando al conjunto de bares por supuesto y también a su clientela… que tal vez tendría una opinión muy distinta. Que es, en realidad, lo que pretenden estas líneas lanzadas al improbable lector. Eso del día del cliente, ¿a usted qué le parece?
P.D. La propuesta de la Federación de Hostelería encaja dentro de una reflexión más amplia, destinada a reflejar el estado actual del sector en España. Concluyen sus dirigentes que ahora hace menos frío. Es decir, que la máquina registradora, sin dar saltos de alegría, parece más animada que antaño. Una conclusión que Paco Bergés matiza: “Habría que preguntar de qué tipo de bares hablamos, de qué barrios y de qué gremios”. Dicho lo cual, admite que al menos hay algún motivo para la alegría del empresariado hostelero: “En Logroño sí que se nota más actividad en el centro”. Y añade, más escéptico: “Pero los bares de copas… Cómo están de mal los bares de copas”.