Hubo una época, en la que ir a comprar un disco (de vinilo) constituía una autentica aventura. La mayoría de las veces ni siquiera habías escuchado ni una sola nota, pero eso daba igual. Habías estado esperando un año en el mejor de los casos, a que saliese a la venta el nuevo trabajo de alguno de los muchos grupos que escuchábamos con autentica devoción. Las escasas revistas que había en aquellos años nos servían para descubrir nuevos grupos o artistas en solitario, y las reseñas que en ellas aparecían eran suficientes para que echáramos a correr a la tienda de discos para hacernos con esos treinta centímetros de cartón y vinilo que para la época (estoy hablando de los primeros ochenta) costaban una pasta, setecientas u ochocientas pesetas si eran LPs sencillos o mil pelas si se trataba de un álbum doble, es decir entre cinco y seis euros de hoy.
Entrabas a la tienda como si de un lugar sagrado se tratara y con el corazón encogido buscabas lo que habías ido a buscar, muchas veces había que encargarlo ya que los canales de distribución de entonces no tenían nada que ver con los de hoy, y menos si vivías en una pequeña ciudad como es Logroño, pero bueno el caso es que cuando llegabas a casa, aquello era un ritual. Sacabas el disco de la bolsa, abrías con cuidado el celofán que lo envolvía pero sin romperlo del todo para que sirviera de funda protectora y conservarlo mejor. Ahuecabas la carpeta y sacabas el disco sin apenas tocarlo, sujetándolo con un dedo en el sello y el pulgar en el canto. Lo ponías en el plato y con mimo colocabas el brazo en el disco, mientras, te deleitabas observando los mil y un detalles que tenían los dibujos de la portada, ojeando la funda interior viendo las fotos de tus admirados héroes y buscando nombres conocidos entre los productores, mezcladores o los estudios donde se había grabado, para identificarlos con otros trabajos de esa u otras bandas. Nos aprendíamos absolutamente todo, orden de los temas, duración, tiempo de grabación, quien había compuesto tal o cual tema, los estudios donde se había grabado…
Y la satisfacción de llamar a tus colegas para decirles que habías sido el primero de tus amigos en hacerte con aquella maravilla. Aquello no tenia precio. Claro que todo tenia su pero, y era que te cargabas con un montón de cintas vírgenes para grabarles el disco a tus colegas, pero a diferencia de hoy en el momento en el que tenias el dinero suficiente para comprártelo, ibas a la tienda y te hacías con el, y reservabas esa cinta para otro disco. Hoy con la gran calidad que ofrecen tanto las grabaciones caseras y las descargas de Internet se ha perdido ese algo de mágico que tenia el descubrir nuevos discos. Hoy se almacenan discos en los grandes soportes informáticos, en muchos casos sin ton ni son, a sabiendas de que muchos de esos discos posiblemente no se van a escuchar ni una sola vez. El CD mató al vinilo e Internet a acabado con el CD, no se, quizás muerto el CD se acabo la rabia. Parece que estamos viendo, eso si, tímidamente, el resurgir de los discos de vinilo, ya hay compañías que dedican cada vez mas recursos a este soporte, aunque los años de gloria de los plásticos, vinilos, LPS o 45 rpm, jamás volverán.
Salva Guillén Etayo para Metal Pesado