Es, cuando menos, sorprendente el proceso de sensibilización popular ante la “presunta” gripe aviar; y no menos sorprendente el artificio que rodea todo lo relacionado con ella. Los españoles ya estamos acostumbrados a entrar periódicamente en algún tipo de alarma sanitaria, de la que generalmente no salen bien paradas las autoridades de Salud; recordemos aquel ministro que hablaba del bichito que tenía nombre, pero no apellido, en el llamado caso de la colza, o episodios más recientes como las vacas locas, etc…

Puedo entender la alarma innecesaria generada por cierta prensa sensacionalista, que hace malísimo uso de este tipo de noticias, pero es que al ciudadano le cuesta creer, en estos casos, a las autoridades sanitarias, que no siempre actúan coherentemente. Comencemos por la vacuna de la gripe común: primero animan a los ciudadanos a vacunarse, incluso oímos que sería bueno estar vacunado si llega la gripe aviar, para, acto seguido, supongo que por excederse las previsiones, asegurar que no sirve para nada en dicho caso; sigamos por la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de que no se coman huevos ni pollos crudos, que no concuerda con el consejo de las autoridades españolas de seguir con los hábitos de consumo de siempre; y a todo esto añadamos unos antivirales, que no se sabe si sirven para algo, pero que se han agotado en las farmacias y están forrando a algunas multinacionales farmacéuticas, y tendremos la mezcla que tiene desorientado al ciudadano.
Seamos serios. Puede ser que la gripe aviar sea un peligro en ciernes, o puede que no, pero no podemos hacerla muy peligrosa o no, según para qué cosas y según nos convenga: si no es peligrosa, dejemos de alarmar al personal y olvidemos esos millones de dosis antivirales que ha encargado Salud. Y si realmente puede ser peligrosa, ¿qué coño hacen las patentes de estos medicamentos en manos privadas!, ¿por qué no se liberan de una vez! Así, siempre nos quedará la duda de si la enfermedad propicia el negocio o si es el negocio el que alarma con la enfermedad.
Yo, en todo esto de la gripe aviar, noto un olor raro, como en Hamlet, príncipe de Dinamarca.