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Alberto Gil

Ensalada a la riojana

La oprobiosa burbuja inmobiliaria

Operaciones millonarias, casi a diario. Suelos pagados hasta 420 euros el metro cuadrado para futuros desarrollos que hoy son papel mojado en operaciones financiadas por entidades bancarias. ‘Fallidos’ de 20, 30, 40 millones de euros y, sobre todo, un concepto como ‘leiv motiv’: el beneficio rápido y sin esfuerzo (de promotores, bancos y políticos). Aquellos suelos pagados a precios desorbitados y que en su día eran una necesidad imperiosa para el desarrollo de Logroño están hoy en manos de los bancos que han acabado embargando a quienes fueron sus principales clientes.

En la información, ‘Así estalló la burbuja inmobiliaria en Logroño’ se ofrecen operaciones reales, cuantificadas en superficie y precios, en los años del ‘boom’ y explicaciones sobre cómo el anuncio del ex alcalde de Logroño, Julio Revuelta, de que iba a delimitar todo el suelo urbano de la capital desató una fiebre de compras que disparó los precios del suelo. Todos aquellos suelos, y los desarrollos millonarios propuestos como el parque digital, hoy no valen nada sencillamente porque son irrealizables.

El urbanismo de la década pasada, que, como sabéis quienes seguís esta ensalada siempre ha tenido un lugar destacado en este blog, se pasó por el ‘forro’ las necesidades de Logroño y de los logroñeses y todos, o casi todos, aceptamos planeamientos millonarios que, de haber salido adelante, hubieran herido de muerte a la ciudad.

Estalló la burbuja inmobiliaria, pero estalló con ella también un modelo social, incluso vital. Mario Conde, en los años 90 del siglo pasado, encarnó, en la figura del ‘yuppi’ oportunista, ambicioso e inteligente, la cara del fracaso, pero la de esta última década tiene demasiados perfiles responsables como para satirizar, o señalar, a un único personaje.

¿Quién tuvo la culpa? Los promotores de la construcción que, instalados en una espiral de compras y de dinero ‘fácil’ (sobre plano y en despachos), y sobre todo rápido, no pusieron freno a la expansión inmobiliaria.

¿Los políticos? Que, con dinero a chorro entrando en impuestos y tasas, optaron por ofrecer al ciudadano proyectos faraónicos y hacer oídos sordos a la realidad en lugar de ocuparse de mejorar y garantizar la calidad de vida de sus representados.

¿Los bancos? Que lejos de aplicar el celo que se les presupone fomentaron el dinero fácil renunciando a su razón de ser (fomentar, custodiar y ofrecer el ahorro ciudadano para desarrollar sociedades) para volver a convertirse en avaros y aprovechados prestamistas.

Pelotazo inmobiliario en Lardero

Imagen del sector T-1 en Lardero, desde donde debía haberse construido un centro comercial y un hotel

¿Los ciudadanos? Que nos creímos poseedores de un patrimonio ficticio en forma de vivienda y entramos en la espiral del delirio inmobiliario…

La lista de culpables es interminable. Esta década del oprobio, que nos ha llevado a la mayor crisis económica de la democracia y, sobre todo, social y de valores, tiene muchos responsables.

Hoy, la mayoría de promotores, aunque probablemente no ellos, sino sus negocios, están arruinados. Hoy, los políticos afrontan una irrecuperable crisis de credibilidad. Hoy, los bancos constriñen la economía y al ciudadano para salvar los maltrechos balances que ofrecieron al ‘lado oscuro’. Hoy, los ciudadanos pagamos los excesos por despreciar la cultura del esfuerzo que nos enseñaron nuestros padres y que nosotros deberemos volver a aprender para enseñársela a nuestros hijos.


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