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Toco y me voy

Un Luis holandés rescata al Nürnberg

Vive en mitad del campo, tiene fama de cascarrabias y somete a sus jugadores a una disciplina tan férrea que casi siempre acaba en amotinamiento. Pero GERTJAN VERBEEK goza de un talento innato para obrar maravillas con equipos pequeños o deshauciados, caso del Nürnberg, al que acaba de sacar del descenso directo y por el que estuvo un par de meses sin afeitarse hasta lograr el primer triunfo de la temporada.

Gertjan Verbeek, aún con la barba, celebra uno de los goles del Nürnberg frente al Hoffenheim.

La Bundesliga subió otra vez el telón para ver cómo la región de Baviera acapara el protagonismo del torneo de la regularidad más pujante a nivel mundial en esta segunda década del nuevo milenio tras el parón invernal.

Mientras que el Bayern sigue triturando rivales dispuesto a levantar nuevamente la ensaladera con las lluvias de abril, el 1FC Nürnberg se ha rebelado contra todo aquel que le sentenció al hundimiento por Navidades… sin juicio previo.

Pero hete aquí que la única escuadra incapaz hasta el intervalo liguero de sumar tres puntos de una tacada en el país de los Nibelungos se ha sacudido su mal fario con los nuevos vientos de 2014 de la mano de uno de los entrenadores más pintorescos que rondan los banquillos de la vieja Europa.

Gertjan Verbeek (Deventer, 1962) se subió en marcha al tren del Nürnberg a fines de octubre asumiendo el difícil reto de la salvación con una llamativa apuesta que trataba de expresar con hechos su firme compromiso con los bávaros: “No me afeitaré mientras el equipo no gane un partido. Puede que el año que viene me parezca a Santa Claus, pero no me importa. Asumo las consecuencias”.

Empero, el más áspero y desafiante de los técnicos holandeses (Van Gaal a su lado parece el Arcángel San Gabriel) estaba convencido de que si lograba imponer en el grupo su metodología espartana de trabajo e inculcarle su predilección por el toque como paso previo al acoso y derribo del enemigo, su barba de chivo no acentuaría por mucho tiempo esa habitual imagen desaliñada que le asemeja a Rod Steward o a Keith Richards, el célebre guitarrista de los Rolling Stones.

Dos victorias consecutivas en la vuelta al ruedo del campeonato teutón frente al Hoffenheim (4-0) y el Hertha Berlín (1-3) -las primeras desde el 18 de mayo de 2013- le han dado la razón mandando por el desagüe del Frankenstadion (ahora llamado Grundig) la incipiente mata de pelo blanca en la barbilla y mejillas de Verbeek junto a las 17 jornadas sin festejar y los 15 remates al travesaño efectuados en toda la primera manga. Y lo más importante, sacaron al 1FCN del Averno por vez primera vez en lo que va de ejercicio.

A Verbeek le afeitaron en el vestuario del Nürnberg.

“Estoy feliz de que hayamos conseguido nuestra primera victoria y de que por fin haya podido afeitarme de nuevo”, comentaba con una amplia e inusual sonrisa este introvertido y enigmático personaje, a quien el AZ Alkmaar destituyó por sorpresa a fines de septiembre tras derrotar al Ajax y PSV y colocarle segundo en la Eredivisie tulipán.

Su afán perfeccionista, fuerte carácter y ese régimen disciplinario castrense que impone en sus vestuarios se habían tornado insoportables después de tres temporadas para sus discípulos, que literalmente forzaron al presidente de los Kaasboeren a ponerle de patitas en la calle.

No era la primera vez que Verbeek pasaba por una tesitura similar. Cinco años atrás le ocurrió lo mismo en el Feyenoord, en el que había aterrizado como un premio por sus cuatro excelsas campañas al mando del Heerenveen, donde pulió el talento e hizo explotar a futbolistas como Klaas-Jan Huntelaar o el ex céltico Daniel Pranjic.

Su fama de cascarrabias e incorregible tozudez no le impidieron, al menos ahora, reconocer su punto de culpabilidad en la decisión del AZ de mandarle al paro. “No puedo cambiar lo que soy, así que la culpa de mi cese es sólo mía”.

UN ‘CAMPESINO’ CON UN CORAZÓN DE ORO

Pero debajo de ese rostro malhumorado de manera permanente y sus malas pulgas se esconde un tipo honesto, solidario y bondadoso. De ello puede dar fe Orlando Smeekes, un ex futbolista de la cantera del Heerenveen con graves problemas familiares (su padre era un drogadicto y su madre una prostituta adicta) al que Verbeek dio cobijo en su casa durante un tiempo y a quien aún hoy sigue ayudando cada vez que se encuentra en dificultades. Smeekes lo quiere como un padre y reconoce que “sin su ayuda ya no estaría aquí”.

Amante de la naturaleza y del campo, Verbeek se recluyó tras ese último despido cual ermitaño en la cabaña de madera que él mismo construyó en medio del bosque de Dalfsen, a pocos kilómetros de su ciudad natal. El único lugar del mundo donde es completamente feliz cultivando hortalizas, cortando leña, haciendo de ‘ñapas’ y paseando por los solitarios caminos que circundan Deventer, donde tiene su propia granja avícola.

Pero entonces apareció el Nürnberg y el alter ego del ‘Buen Salvaje’ de Rousseau se metió otra vez de lleno en un proyecto hecho a su medida, con un equipo desahuciado a las primeras de cambio que precisaba mano dura y un patrón de juego definido para hacer factible la remontada.

Su estajanovismo y esa fe inquebrantable en el objetivo en forma de apuesta personal enganchó desde el primer momento a los hinchas del cuadro bávaro, que acudían al estadio con barba de varios días como muestra de apoyo a esta suerte de Luis Aragonés ‘made in Holland’ que llegó a prohibir los empates en las pachangas de sus entrenamientos para obligar a sus jugadores a forzar la máquina en pos de esa ansiada victoria que se les negaba en la Bundesliga. Y la treta le funcionó.

El entrenador holandés, recogiendo bloques de piedra junto a su cabaña en mitad del bosque de Dalfsen.

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