En Bali, además de templos y playas, también hay tiempo para la aventura. Hay cientos de compañías que ofrecen jornadas de rafting, paseos en elefantes, competiciones con extraños juegos, escalada, treetop, quads… Puedes conseguir buenos precios por las excursiones si eres bueno regateando y la verdad es que merece la pena. Nosotros hicimos rafting en el río Tayung .
Después del rafting fuimos viajando hacia el sur de la isla parando en lugares como Pura Taman Ayun, un enorme templo rodeado por un foso donde apenas encontramos turistas.
Pero si había un templo en todo Bali que yo tenía ilusión por ver, era Tanah Lot. Es uno de los más importantes y venerados y, a pesar de la cantidad de turistas que hay a esa hora, lo mejor es verlo al atardecer. No me decepcionó ni un poquito. Para mi fue sin duda el más bonito que vimos en Bali.
El último día lo dedicamos a ver Ubud. La verdad es que es un sitio ideal para estar alojado en Bali (si no te importa estar lejos de la playa). Hay mucho ambiente para salir a cenar, tiendas a cada paso y, como en todo Bali, preciosos templos.
Eso sí, una tarde de paseo supone unos cuantos tropezones. No he visto aceras más incómodas, con más baches, agujeros y altibajos:
Pero hay dos cosas que un viajero no puede dejar de hacer en Bali: dejarse dar un espectacular masaje…
disfrutar un rato al sol balinés mientras contemplas un infinito bosque.
Y aquí terminó nuestro viaje a Indonesia. 18 maravillosos días en los que aprendimos muchísimas cosas, conocimos a grandes personas, vivimos la paz de los templos, nos perdimos entre islas, nos asustamos con dragones, disfrutamos del lujo balinés, nos asomamos al cráter de un volcán, condujimos en la locura, buscamos palacios perdidos… Lo peor de Indonesia, tener que marcharte.