“Yo nunca tuve la hipocresía de llamar amor a la verdad al placer de derramar sangre”
Una creencia popular afirma que, cuando se está a punto de morir, toda la vida del moribundo pasa por delante de sus ojos, un repaso por las proezas y miserias que definen el valor de su existencia justo antes de que esta llegue a su punto final. El protagonista de La vida de Kostas Venetis no quiere que esta visión se quede en su mente, pues considera que su vida merece quedar plasmada en el mundo físico, por lo que decide trasladarla de sus recuerdos borrosos al papel. Esta es la premisa de una autodenominada hagiografía (historia de la vida de un santo) firmada por el escritor rumano Octavian Soviany y editada recientemente por Dos Bigotes. Una novela que convierte al lector en algo más que el testigo de la vida de un santo, llevándole a un viaje por las sombras de la Europa de finales del siglo XIX.
El libro se inicia con una nota del autor que indica la procedencia de la historia que se narra a continuación y plantea dudas sobre cuánto hay de invención del propio Soviany en el libro, pues el único mérito que se atribuye es el de haber construido “una obra de archivo”. Recae en el lector la decisión de creer en la cantidad de ficción o realidad que tiene la historia de Kostas Venetis, una proporción inexacta con la que se alivia el repudio que pueden provocar algunos de sus pasajes más sórdidos.
La vida del protagonista se relata como un mito de la antigua Grecia, su ciudad de nacimiento, y es que, a pesar de reconocer su maldad, Kostas Venetis se pretende autodefinir como un ser superior al resto por la gracia de Dios, una muestra de narcisismo que atraviesa todo el relato, y es el sentimiento que le conduce a ‘difundir la palabra’ de su vida. Si bien esta consideración es exagerada, el libro muestra al protagonista como a un auténtico superviviente, un hombre terrenal víctima de la decadencia de su tiempo que acaba por convertirse en verdugo. El joven Kostas, desde su infancia, sufrió el rechazo y maltrato de los demás, incluso en su seno familiar, lo que se plasma como el origen de una profunda misoginia que, además de marcar su consideración hacia las mujeres, también le perjudica a él mismo, provocándole auto rechazo.
La estructura de la novela es la de una muñeca rusa, su historia no es narrada por el protagonista, sino por su amante, un joven que le cuida durante su enfermedad y al que obliga a escribir la historia que le narra, insistiéndole una y otra vez en que no quite ni añada nada suyo. A su vez, dentro de este relato se suceden los de otros personajes con los que se encuentra Kostas, que contribuyen a retratar la sociedad de la época. El protagonista es utilizado por los demás, se siente como un títere al que manejan dichos personajes, que en numerosas ocasiones resultan ser variaciones de sí mismo, en las que se potencian sus propios sentimientos tenebrosos, como la ira, la venganza, la lujuria, el desprecio o la insatisfacción. Con estos personajes se encuentra a lo largo de un viaje que le lleva desde Venecia a Estambul, Bucarest, Paris o Viena, lugares en los que a veces se encuentra rodeado de lujos y otras en absoluta pobreza, pero siempre intentando sobrevivir en medio de una lucha de clases en la que no sabe a qué bando pertenece.
De esta reducción más o menos obligada de su vida al instinto más básico, al que le siguen los demás, nace la auto justificación previa a la muerte de las atrocidades cometidas por Kostas, cuya vileza no es del todo innata. El libro de su vida es, en definitiva, una obra crítica sobre una época y un individuo que invita a reflexionar sobre el presente individual y colectivo. Quizá Kostas Venetis no existió, o quizá está en todos nosotros.