Este blog pretende ser redondo. Redondo como una pelota de tenis. Como la patricia cabeza de Andrés Gimeno; para titularlo, de él tomo para prestada la frase (una de ellas) que le hizo célebre como comentarista de TVE. Su voz es tal vez la única referencia que el aficionado más joven tenga de quien fue uno de nuestros grandes maestros; es de justicia empezar estas líneas rindiendo tributo a su raqueta.
Gimeno es hijo de tenista y padre de tenista, aunque debe anotarse raudo que sólo él alcanzó la fama que merecía su juego de seda, un tenis muy elegante que sacaba excepcional partido de unas condiciones naturales idóneas para el deporte. ¿Cómo definirlo para quien sólo haya conocido al más reciente top-ten? Longuilíneo, altamente coordinado, don Andrés remite (al menos me remite a mí) al juego del gran Roger Federer. Sí, han leído ustedes bien. Federer, nada menos. El llamado mejor jugador de la historia vive en otra dimensión, igual que el tenis actual poco tiene que ver con el desarrollado en los años 70 del pasado siglo, cuando Gimeno triunfó en París (no hay más que ver el vídeo de la final). Pero hay algo en ambos que los emparenta, una línea de continuidad por el Gotha de este juego que alcanza también a otros héroes, como Gerulaitis o Sampras. Ese algo tiene que ver con que todos los nombrados desplegaban su juego sin esfuerzo aparente. Mientras Nadal suda y suda y luego vuelve a sudar, Federer parece imperturbable. Posee el don de la naturalidad, un estilo exquisito que nace de muy dentro y algo de eso había en Gimeno, que parecía flotar por la pista, le pegaba muy plano de derecha y pinchaba la bola de revés como el actual número uno. Salve usted las distancias que quiera, pero así es como yo lo recuerdo desde que lo vi por primera vez. No lo he olvidado: jugaba la final de Roland Garros contra Patrick Proisy, el tenista local que venía de despachar en semis a Orantes y frustrar una final española. Gimeno, que había hecho toda su carrera en el circuito profesional yanqui (otro día hablaremos del circo del texano Lamar Hunt) y estaba por lo tanto vetado en los grandes torneos, apareció tarde entre los grandes pero fue una aparición estelar. Sólo que efímera: para cuando empezábamos a convertirnos en sus devotos, se jubiló. Al menos, siempre nos quedará su peculiar prosodia en las transmisiones de TVE y el recuerdo de sus pies de bailarín. La certeza de que este debería ser un deporte de caballeros.
P.D. Intentaré acercar la lente de aumento a estas líneas para que en ellas quepa un recuerdo para los tenistas más cercanos. Y el primero de entre los riojanos, deberá ser Ricardo Osés Irisarri, navarro de Peralta y pionero de este deporte entre nosotros, luego de practicar otros cuantos (esquí, pelota). Otro gentilhombre de las canchas, las más humildes canchas de Logroño, que desde Cantabria a