El circuito se detiene esta semana en Montecarlo, el torneo de
Esta nueva visita al Open con mejores vistas al Mediterráneo nos permite detenernos para recordar a Vilas y trazar su perfil. Guillermo tenía bastantes cosas en común con el actual rey de Montecarlo, Rafael Nadal. No sólo por la melenita apache o porque ambos prefieran la izquierda, sino porque desplegaba su juego con una fiereza semejante a la del zurdo de Manacor y era también infranqueable en el fondo de la pista. Con esas dos virtudes desplegadas hasta la excelencia Vilas dominó el circuito sobre arcilla con puño de hierro, marcó un récord de victorias en tierra batida que sólo resistió hasta la llegada del número uno español y también trascendió su popularidad más allá de las canchas, hasta convertirse en una celebridad en la línea en que ya lo fueron Borg y Nastase; este último, por cierto, muy asiduo también de Montecarlo y del champán. Vilas alcanzó el primer puesto del particular top-ten que discurre lejos de las pistas cuando fue cazado por un paparazzi intercambiando fluidos con la señorita Grimaldi, mujer liberal donde las haya, acostumbrada a coleccionar novios desde adolescente. Ventajas de estar tan rica. Así que la fama de Vilas llegó hasta el último rincón del planeta (esto es, a las peluquerías) y por un momento corrió el riesgo de pasar a la historia como el (pen)último noviete de la hoy señora de Hannover, un peligro del que se libró porque encontró tiempo para seguir entrenando mientras frecuentaba a su ligue y mantuvo el depósito de energía desbordante para afrontar los obstáculos del circuito.
Finalmente, aquel noviazgo de verano con fotos incluidas en paradisiacas playas como de anuncio de bronceador se diluyó con la llegada del otoño, Vilas siguió a lo suyo (el tenis) y doña Carolina, también (aunque seguimos ignorando todavía qué es de verdad lo suyo). De modo que sólo algún argentino para quien aquello fue casi como invadir las Malvinas y un servidor recordamos ahora tal aventura, lo cual me parece muy bien. Es de justicia rememorar al primero de los grandes tenistas que luego ha ido produciendo aquel país del Cono Sur por aquello que de verdad lo hizo grande, su juego estelar y asombroso, un tenis que transmitía un entusiasmo contagioso y llenó de felicidad a las hinchadas de medio mundo. En su estela llegó pronto otro gran tenista, José Luis Clerc, con quien formó una pareja temible para