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BAdmin_larioja

Toda la presión

Sin título

Chicas, chicas, chicas

Así titulaba servidor un artículo en Diario LA RIOJA en el verano del 2005, cuando Las Norias acogió el nacional absoluto de tenis. En el cuadro masculino triunfó Verdasco, como recordaba ayer; en el femenino, Anabel Medina. Aquellas líneas nacieron para reivindicar ante el gran público a las tenistas que se disputaban el glorioso legado de Arancha y Conchita, partiendo de la tesis de que, contra la opinión unánime, teníamos mejores jugadoras que nunca. Cierto que ninguna se arrimaba por el top-ten, pero si uno escrutaba el ranking de la WTA notaba cómo el nombre de España (Spain) aparecía más de dos veces, que era lo usual cuando nuestras campeonas Sánchez y Martínez todavía andaban por la cancha. Pero todo deporte necesita sus héroes/heroínas, ésas que sólo se encuentran rodeadas de púrpura; contar las excelencias del tenis español simplemente porque mejora el nivel medio de nuestras jugadoras carece, hay que aceptarlo, de glamur.
Sin embargo, aquella tesis hoy se mantiene, sobre todo en este mundillo del tenis femenino tan atomizado, con constantes cambios en el número uno, convertido el escalafón en una noria donde hoy se suben las Williams Sisters, mañana se puebla de rusas y siempre aparece algún apellido carente de la admiración que sólo despiertan quienes conquistan algún Grand Slam. Ya se sabe que la regularidad es un valor que apenas aprecian tus iguales, los que saben de qué va esto, el esfuerzo que cuesta; al aficionado medio, los nombres de jugadoras como la danesa Caroline Wozniacki o la australiana Samantha Stosur apenas le dicen nada. Y resulta que están entre las diez mejores del mundo, un espacio que podría tener también apellidos españoles… si María José Martínez y Carla Suárez acreditaran mayor regularidad y se lo creyeran un poco más. Sobre todo, por edad, la tenista canaria tiene juego para estar entre las diez primeras (qué revés, santo cielo, qué revés) y visitar de vez en cuando alguna final del Grand Slam. Y Pepa Martínez es lo más parecido a Navratilova (zurda, piernas larguísimas, tremendo saque) que se ha visto por el circuito últimamente. Las dos solventaron la eliminatoria de la Copa Federación en esas pistas polacas donde había que jugar a tenis sobre hielo o algo parecido: un enorme mérito eclipsado por el Godó. Yo no quería cometer el mismo pecado.

P.D. Las primeras tenistas que yo recuerdo por Logroño fueron Emilia Jiménez y Dolores Besga, a quienes he llegado a ver jugando en Cantabria ¡¡¡con paraguas!!! y también ¡¡¡empujando con la mano libre el carrito de uno de sus críos!!! No hace falta que lo jure: otros asiduos de aquellas pistas contemplarían la misma escena. Luego vino la infatigable Toñi Durán, febril y muy simpática tenista, y por entonces apareció también Marisa Dewisme, la primera que alcanzó cierta fama más allá de las fronteras riojanas. Poseía un estilo impresionante, de manual, y llegaba a Logroño desde su Lodosa natal, siempre vigilada por la mirada discreta de su padre, a quien asociaré eternamente con Felipe de Edimburgo. Supongo que luego habrán surgido más jugadoras, pero lo siento: yo nací al tenis con estas cuatro damas y para mí serán siempre las más importantes.

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