Las uñas son causa de muchos disgustos para muchos dueños de gatos. Hay algunos mininos que apenas las usan, pero aquellos que salen arañones llenan las manos de sus amos de rasguños al jugar y se las afilan con las cortinas, alfombras o el mobiliario. Acostumbrarles desde pequeños a que se las cortemos puede ser una solución, pero no siempre funciona. En ocasiones produce el efecto contrario ya que se empeñan en afilárselas con mucho más ahínco. Extirpárselas está contraindicado en cualquier caso, y sobre todo en adultos puede ser una experiencia sumamente traumática. Pierden sensibilidad y equilibrio. Es como si a un humano le extirpasen la primera falange de cada dedo. Muchos veterinarios lo hacen pensando que es mejor un gato desungulado que abandonado, pero sigue siendo algo a evitar. Lo mejor es facilitarles distintos tipos de rascadores hasta dar con uno de su agrado y trasladarle corriendo al rascador cada vez que se le vea afilándose dónde no debe. Si la ha tomado con algún mueble en concreto, prueba a rociarlo con algún repelente (los olores cítricos y la naftalina son especialmente desagradables para ellos). Normalmente, con los años ganará en tranquilidad e irá remitiendo esta costumbre.
Hoy os presento a Rufa. Es un caso urgente porque está en la perrera de Vitoria y lleva ya demasiado tiempo. Además es mayorcita, tiene 10 años y está desungulada. Los que fueron sus dueños no se quieren hacer cargo de ella porque es diabética y pierde peso. Además le quitaron todas sus uñas. Parece que cuando más necesita el calor humano es cuando nadie se lo da. Merece un buen dueño que