El fin de semana pasada recibí a través del blog lo siguiente:
“Mi consulta es saber donde me pueden acoger a mi gato. La razón es que es un gato muy cariñoso pero desde hace nueve meses esta comportándose diferente y la razón es que mi mujer estaba embarazada.
Y hoy he tenido problema con el ya que llegamos del hospital con mi mujer y mi hija recién nacida y ha querido atacar.
Lamentablemente nos vamos a tener que deshacer de el urgentemente y quisiera saber donde o si ahí pueden acogerlo.
Respuesta para todos los que estén en la misma situación
Lo primero, creo que se debería intentar la convivencia antes de valorar renunciar al animal. Creo que, en primer lugar, se debería valorar, si se ha hecho todo lo posible. No vale decir que es muy cariñoso pero que ya no lo queremos. Los gatos son animales extremadamente sensibles a los cambios de todo tipo. Son capaces de anticipar los acontecimientos que se van a producir en la familia y, si nosotros, no somos capaces de anticiparnos a él y preparar a nuestro gato para esos cambios, ocurre lo que me estás contando. Seguramente, antes del embarazo, el gato era el “niño” mimado de la casa. Todas las atenciones, caricias y juegos eran solo para él. Y, ahora todo eso ha cambiado. De repente su plácida rutina se ha visto modificada de forma radical desde el inicio del embarazo. Ahora recibe menos atenciones.
Las atenciones prioritarias se centrarán en el bebé y el gato puede sentir que ya no le tienen en cuenta. El animal percibe que, las atenciones, cariños, mimos y palabras no se dirigen hacia él y ello lo puede desanimar. O quizás le lleven a un comportamiento inusual, como arañar objetos de la casa, hacer sus necesidades fuera del arenero, subirse a la cama del bebecito (Nunca se debe permitir). El felino percibe al recién llegado como un intruso; Alguien que ha venido a quitarle el amor y el afecto de la familia.
Las primeras manifestaciones de nerviosismo gatuno se aprecian durante el embarazo, cuando la pareja muestra su preocupación, no por la mascota sino por el bebé que va a nacer. El gato tiene capacidad para percibir los cambios hormonales que provienen del cuerpo de la mujer embarazada. Por ello, se siente afligido, nervioso y se desestabiliza. En esos momentos requiere de una caricia, un refuerzo positivo por parte de sus dueños; De lo contrario, la convivencia comenzará a tornarse problemática.
Durante la espera hay que dejarle participar de los cambios que se van a producir en la casa. Ropa, muebles, utensilios. Es una forma de que lo vea como algo normal. Todos sabemos lo nervioso que se pone nuestro gato cuando cambiamos algo en nuestro hogar, así que imagínate cuando el cambio es tan radical.
El gato ahora siente que el bebé es un intruso, probablemente porque no habéis sido capaces de dejarle participar en todo lo que estaba ocurriendo. Una caricia, acompañada de las palabras a las que está acostumbrado, será como un bálsamo para el minino y le ayudará a percibir que el bebé no será amenaza alguna para él. Basta con unos cuantos minutos al día para reforzar la relación con el animal. Una recomendación muy útil es permitir que el gato entre en contacto con los muebles y demás objetos nuevos que se adquieran para el cuarto del bebé. Permítale olerlos, dar una vuelta por la habitación para que se familiarice con el espacio y llegue a considerarlo parte de su hábitat. Por supuesto, habrá restricciones en cuanto a sus entradas al cuarto del recién nacido por medidas de seguridad pero ya no le será extraño. Algo muy común, cuando el gato asume una actitud positiva, es que comience a restregarse por los muebles. De esta manera demuestra su actitud amistosa.
Los primeros días de vida del bebé es indispensable, ayudar en lo posible al minino a acostumbrarse a su olor. Deja que huela los muebles, la ropa que el bebé se quita. Una vez en casa, no aleje al bebé. No encierres al gato en una habitación por miedo a que reaccione negativamente con el recién nacido. Esto podría dar pie a una crisis de celos. Permite que el gato, bajo su supervisión, se acerque al niño. Mientras lo observa con curiosidad, acarícialo para que se sienta querido. A veces, veremos que nuestro gato corre a esconderse apenas ve al niño. En esos casos hay que dejar que se refugie en su rincón. Quizás la criatura lo asusta o su llanto lo pone nervioso. Es cuestión de tiempo que se acostumbre.
Aunque, por supuesto, la seguridad del bebé prima por encima de todo, debemos hacer examen de conciencia y preguntarnos si hemos hecho todo lo posible para que la convivencia sea posible antes de tirar la toalla y abandonar al gato a su suerte.