A veces me entretengo leyendo anécdotas que cuentan quienes conviven con un animal. La gente comparte en foros o a través del Facebook, las últimas trastadas protagonizadas por su perro o su gato y, sorprendentemente, te das cuenta que nuestros bichines comparten ciertos “patrones” de comportamiento que se repiten.
Hay algunas con las que me siento especialmente identificada al convivir con gatos. Son unos seres maravillosos, extremadamente inteligentes y sensibles a mi estado de ánimo, que saben cómo levantarme la moral cuando he tenido un mal día.
También saben como desesperarme hasta acabar con la paciencia de cualquiera y aquí van algunos ejemplos de cuándo un gato adorable se vuelve un canso de cuidado.
Los gatos madrugan todos los días. Mis michis no permiten que me abandone, los domingos por la mañana, al sueño. Si no ha funcionado las carreras previas, los ataques de locura saltarina y toda muestra de hiperactividad previa, pasarán al plan B. Ronronearán como segadoras junto a mi oreja mientras me mordisquean el pelo hasta que me despierte y me levante. Una vez que se aseguran que ya estoy en marcha, volverán a dormirse tan anchos.
Si me pongo delante del ordenador, siempre hay alguno que coge carrerilla y se sube al teclado, a la mesa….. Y si hace fresquito, incluso se tumbarán cuan largos son encima impidiendo que siga haciendo absolutamente nada. Esto se repetirá todas las veces que yo intente echarles. Cuando, finalmente, me de por vencida y me levante para hacer otra cosa, el gato que estaba subido al teclado, bajará inmediatamente para interesarse por mi siguiente actividad.
Si crees, como yo, que las ventajas de vivir con un gato, superan por goleada a los inconvenientes, te presento a dos peques que buscan hogar.
SMIGOL tiene 2 meses. Es guapo, maullador, juguetón. Negativo en FELV-FIV
GOLUM también de 2 meses e igual de guapo, pero con pelito largo y de carácter más tranquilote. Negativo en FELV-FIV