Hoy llego tarde a mi cita. El martes se despide y me deja sabor agridulce. Quizá sea cosa de la superstición. Quizá que acabo de llegar a casa, cansada tras un día en blanco. Culturalmente, martes y trece, ha sido sinónimo de mala suerte. Para mí, particularmente, hoy se ha cumplido punto por punto, aunque con final feliz, que siempre es de agradecer.
Esta mañana, al término del paseo con mis ahijadas, la preciosa y díscola mezcla de galga y podenca, Iris, ha decidido hacer su vida llevándose consigo a Yenka. De nada han servido las llamadas. La culpa ha sido mía por confiarme. El instinto le puede y, en esos casos, pueden más el deseo de aire fresco tras las horas aburridas en el chenil, que mi llamada por más chuches que prometa. Los perros necesitan correr, olfatear, explorar. A pesar de todos los estudios veterinarios que recomiendan precisamente eso, correr, olfatear y explorar, la legislación actual se empeña en ponerle puertas al campo (en este caso al monte). Cambiaremos las carreras por caminatas por prescripción facultativa pero, sé que le van a quedar ganas. Quizá alguien se anime ahora a darle un hogar donde pueda correr feliz.
En el momento de la fuga, ambas estaban conmigo y soy plenamente consciente de la responsabilidad que conllevan estos sucesos. Pueden ocurrir mil y una cosas y no todas precisamente buenas. Yo las he sacado y creo que mi responsabilidad era devolverlas sanas y salvas. He pasado todo el día tras la pista y hemos vuelto a coincidir los habituales en estas lides (gracias a todos los que habéis estado allí y a los que os habéis preocupado por teléfono). Entre todos, hemos peinado el monte (varias veces). Estoy segura de que pocos caminos se nos escapan ya… Afortunadamente, cuando ya no había luz, Iris ha aparecido por la zona del refugio y a la llamada, se ha dejado coger. Buena señal!!! Yenka estaba cerca, seguro.
Yenka es la primera vez que se larga y ha sido siguiendo a Iris que debe estar alterada por la primavera a tenor de sus ultimas actuaciones. El campo se llena de conejos y hay un montón de olores nuevos que merece la pena descubrir. Además, Iris se agobia cuando hay muchos perros nuevos y, en los últimos tiempos, he abusado de dotar de más compañía canina a Yenka en sus salidas, cosa que a ella le viene muy bien. Juega mucho y se empieza a comportar como lo que es, un perro. Hace unos meses era impensable que hiciera caso de una voz humana. Ahora confía en mí y tan solo unos pocos somos los llamados a darle sus pastillas porque solo confía en esos pocos. Yenka ha aparecido un buen rato después, y ha venido a la voz. La linterna le asustaba, así que el último trecho ha sido a oscuras. Cuando le ponía la correa para volver a casa, le he prometido más juegos y salidas en plan traquilo y un montón de quesitos para ella sola.
A Iris las multitudes no le gustan. Así de sencillo. Las tolera pero le gusta compartirme con tan solo otra perra, o quizá dos. A partir de ahí, empieza el agobio. A ella le he prometido que le voy a dedicar un tiempo especial. A jugar juntas y a no fastidiarla en mucho tiempo, trayéndole nuevos perros a su paseo.
Y mañana, tras el susto de hoy, a por el miércoles 14.