Cuando un perro se siente acorralado en una situación aversiva, ante la que no puede reaccionar o huir, aprende a quedarse paralizado. Su mente, en un afán de supervivencia, llega al convencimiento de su indefensión, puesto que haga lo que haga por huir de esa situación, será inútil. No hay escapatoria. Como resultado el animal permanece inmóvil aun cuando tiene la posibilidad de huir.
La teoría de la indefensión aprendida fue postulada por el psicólogo Martin Seligman, quien colocó a dos grupos de perros en dos jaulas, y exponiendo a todos ellos a descargas eléctricas ocasionales. El primer grupo de perros fue colocado en unas jaulas en las que tenían la posibilidad de huir de accionando una palanca, y el segundo grupo de perros debía soportar las descargas, sin poder hacer nada para evitarlas.
Posteriormente todos los perros, los del grupo uno y los del grupo dos, fueron encerrados en una jaula donde también recibían descargas, pero la diferencia con las primeras jaulas era que podían escapar saltando una pequeña valla. Los perros que tuvieron la posibilidad de escapar anteriormente accionando la palanca (grupo 1) saltaron sin problema la valla, asumiendo que podían escapar de esa situación como pudieron la primera vez. El segundo grupo de perros, estaban tan sumamente atemorizados que ni siquiera se plantearon saltar la valla. Permanecieron inertes asumiendo que no podían hacer nada para dejar de sufrir
Información extraída de Revista Canina (http://www.revistacanina.com)
Jacko es uno de esos perritos rotos. Apenas un cachorro de unos ocho meses, fue recogido hace unos días sin oponer resistencia. Sabemos poco de su pasado pero, se deja hacer con ojos tristes de resignación. No hace ni un ruido. Parece como si no hubiera perro y aunque dejes la puerta abierta de su habitación, no se mueve de su sitio. Está en acogida y necesita una familia especial dispuesta a darle tiempo, paciencia y cariño para que pueda recuperar el brillo de sus ojos y de su vida.
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