Mis gatos tienen dos momentos de actividad punta a lo largo del día. Sencillamente se activan y les entra la locura felina. Corren, se persiguen, saltan, cazan moscas imaginarias, vuelven a correr, trepan por los rascadores…. Yo los miro divertida y curiosa porque, me parece increíble, la actividad que son capaces de desplegar en unos segundos. Una vez pasada la euforia, cada cual vuelve a su sitio y se convierten en gatos apacibles y tranquilos que ni se inmutan cuando sales por la puerta de casa.

Normalmente los gatos son nocturnos pero, está claro que los míos, a fuerza de verme madrugar, se han acoplado a mis horarios. Así que, en vez de un momento loco, tenemos dos diarios. La locura empieza siempre a primera hora de la mañana, cuando estoy desayunando frente al ordenador. En esos momentos, siempre me da por proteger el tazón del colacao. Da la sensación de que en uno de sus saltos, alguno de mis michis se lo llevará por delante (cosa que, de momento, aún no ha sucedido). A pesar de que da la sensación de que no ven por donde van, sorprende la agilidad que despliegan y la facilidad con que esquivan todo tipo de obstáculos.

El segundo momento cumbre del día, sucede a última hora del día, antes de tirarnos todos en el sofá a quedarnos dormidos frente a la tele.  Es mucho más breve pues todos están interesados en pillar su sitio favorito a mi lado.

Aunque a veces nos parece que nuestro gato está loco cuando hace esto, sencillamente es un hábito que necesitan mantener para ejercitar su mente y su cuerpo. Son gatos y es una necesidad felina que debemos entender y respetar.

En las fotos, mi pequeña Mico, adoptada siendo apenas un bebé, acaba de cumplir dos años en casa. Una de las más ágiles en cuanto a saltos.
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