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Mi pequeña Lady se durmió para siempre el pasado 15 de Agosto, dejando una profunda herida. Se fue en silencio, discretamente, como siempre ha sido ella. Esperó a que llegara a casa del trabajo, para venir a mis brazos y dejarse ir. No pude hacer nada mas que acunarla y decirle que todo estaba bien. No ha sufrido. Mi pequeña ha esperado a dejar su marca en este mundo antes de irse para siempre. Ahora, que mucha gente conoce su historia, el destino quiere llevársela de mi lado. Y yo me quedo rota de dolor.
Cuando decidí adoptarla, nadie daba un duro por ella. Gata adulta, salvaje y con una pata amputada. Nadie la iba a querer así. Pero entonces, ella me miró y yo a ella y ambas supimos que estábamos predestinadas.
Esa gata callejera, arisca y muy suya, se integró rápidamente en casa y demostró sus ganas de vivir y su afán de superación. Al principio derrapaba en las curvas con sus tres patas. Después, corría la que más, sobre todo si había lata en juego. Siempre estaba conmigo. Siempre a mi lado. Siempre contenta. Siempre ahí. Supo hacerse un hueco enorme en mi vida y en mi corazón y ahora la echo muchísimo de menos.
Desde la primera noche soy plenamente consciente de que ya no está. Me falta al lado en el sofá y luego en la cama. Se acabaron las carreritas por el pasillo para coger sitio y las sesiones de amasado y ronroneo.
Mi pequeña Lady. Me hiciste muy feliz y mejor persona. Siempre estarás en mi corazón.