Cuando nuestro perro roba comida o prepara alguna trastada, no es infrecuente castigarle o recriminarle y, comentar tras la refriega aquello de “si ya sabe lo que ha hecho mal. Me mira con cara de culpabilidad”. Lo ideal sería prevenir este tipo de comportamientos impidiendo el libre acceso de nuestro perro a toda la casa sin nuestra supervisión, por lo menos, mientras aprende.
En contra de lo que piensa la mayoría, los perros son incapaces de asimilar la culpabilidad, ya que es un sentimiento puramente humano. Lo que nos trasmiten con su mirada en estas situaciones es miedo por nuestra reacción, nuestra postura corporal, nuestro tono de voz… Todo esto se confunde con la “culpa”.
También es fácil confundir los ojos suplicantes de un perrito mirándonos bajo la mesa a la hora de la comida, con hambre desesperada. Si caemos en la tentación de darle comida en ese momento, nuestro can, estará consiguiendo adiestrarnos a nosotros. Puede llegar a asociar la cadena de circunstancias “Cada vez que pongo carita, me cae algo de comer.. “
Y la espiral es peligrosa puesto que, si lo acostumbramos a salirse con la suya, cuando luego no le funcione por cualquier motivo, intentará conseguir el mismo resultado, insistiendo, dándonos con la patita (por si acaso no hubiéramos advertido su presencia) o incluso ladrando, dando a entender su presencia y sus necesidades.
El antropomorfismo o, lo que es lo mismo, atribuir emociones y necesidades humanas a nuestro perro, va en detrimento de nuestra relación con él. Un perro es un perro y debemos conocer sus necesidades para cubrirlas adecuadamente sin extralimitarnos.
Logan tiene un año y poco y sigue necesitando un hogar. Rescatado de la perrera, ahora se recupera en una guardería a la espera de unos ojos que se enamoren de los suyos.