Los perros son especiales. Son y han sido para muchos niños, un compañero fiel, siempre dispuesto a compartir los momentos de alegría y de tristeza, a escuchar atentamente y a acompañarle. Cómo no hablan, no interrumpen y no juzgan, pero entienden y prestan atención favoreciendo la confianza del pequeño.
Los perros bien educados se dejan acariciar y abrazar por sus pequeños humanos, les secan las lágrimas con su lengua cuando algo va mal, los reconfortan…. Este amor a temprana edad, bien correspondido y canalizado, es para toda la vida y hace que, nuestros niños al crecer, sean adultos respetuosos, responsables y con mejores sentimientos.
Respetando su espacio
Por mucho que nos empeñemos, a los perros, en general, no les gusta que la gente les toque en la cabeza. La inmensa mayoría lo tolera, que no es lo mismo, ni muchísimo menos, a gustar.
Imaginaos que un perfecto desconocido, mucho más grande y alto que vosotros, de repente, se abalanzara sobre vuestro cuerpo y se dedicara a toquetearos la cabeza, a daros palmaditas o, lo que es peor, a tiraros de las orejas o de los labios. ¿Qué pensaríais?
Pues esto mismo, es lo que sistemáticamente hacemos con los perros. Y además, nos parece de lo más normal que lo toleren y nos molestamos si se dan la vuelta e intentan emprender la huida que rápidamente es cortada por la correa o, lo que es peor, nos enfadamos si a alguno, se le ocurre gruñir cuando lo único que quieren es escapar de una situación que resulta incómoda para cualquier ser vivo.
Ser educado con nuestros perros es la forma más inteligente de evitar conflictos. Pidamos permiso antes de aproximarnos a un perro desconocido, presentémonos tendiendo la mano para que la huela y, si el acercamiento es positivo, acariciemos aquellas partes de la cabeza que menos amenaza suponen para el perro: La barbilla, los laterales…. Si está a gusto, él mismo nos trazará el mapa de lo que más le gusta, poniendo esa porción de su cuerpo al alcance de nuestras manos.
Si por el contrario, no está dispuesto, lo mejor es retirarnos y dejarlo estar. Al fin y al cabo , todos los seres vivos, tenemos un espacio vital que protegemos de los desconocidos ya que supone una clara agresión que incomoda y molesta. Respetemos, por tanto, el espacio vital de nuestros perros.
Enseñando a los niños a acercarse amablemente a los perros
Nuestra misión como adultos, es velar para que la relación entre el perro y los niños esté marcada por el respeto entre ambos. Como siempre, la clave no está en las prohibiciones, sino en la supervisión y la educación. Por eso, debemos enseñar a los niños cómo acercarse, saludar e interactuar de manera segura con el perro.
Aquí van algunas recomendaciones para los peques de la casa:
Ten presente que algunos perros, por muy simpáticos que parezcan, no se sienten cómodos con niños a su alrededor, por lo que debes aprender a leer las señales de incomodidad que el perro muestra a través de su lenguaje corporal y que la mayoría de las veces por ser tan “sutiles” pasan inadvertidas o son interpretadas erróneamente.
Estas son algunas:
El amor y el respeto por los perros es algo que los padres pueden inculcar en sus hijos de forma divertida y amable. Recuerda que los perros son seres vivos con su propia personalidad, gustos y tolerancias y que está en mano de todos que la relación entre ellos y nuestros niños sean lo más favorables y enriquecedoras. Con respeto, ganamos todos.
Colaboración en Revista Pelo Pico Pata (Febrero 2013)