Todos tenemos un espacio que entendemos como propio, personal e infranqueable. Es nuestra distancia de seguridad con respecto al resto del mundo. En función del aprendizaje o de nuestras experiencias, ese espacio será menor o mayor. También variará cuando nos sentimos cómodos con lo que tenemos delante, sea persona, animal u objeto. En los animales sucede más o menos igual, con la diferencia que, en la mayoría de las ocasiones nuestro perro no puede poner más espacio entre él y el estímulo incómodo, puesto que está unido a nosotros por una correa que limita sus movimientos.
Despreciar las señales de aviso que nos lanza nuestro perro en esos momentos, es irresponsable por nuestra parte y puede llegar a ser incluso peligroso. Un animal que se siente amenazado puede reaccionar huyendo (pero en este caso no puede), escondiéndose (detrás de nosotros), amenazando mediante ladridos o gruñidos ó incluso atacando a aquello ante lo que se siente vulnerable.
La imagen que ilustra la información es de Lili-Chin