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¡Enhorabuena! Tu cachorro por fin ha llegado a casa y, si la espera ya ha sido emocionante, ahora llega lo realmente bueno. No hay nada más divertido que disfrutar de esa bolita de pelo llena de energía que, en ocasiones, puede llegar a agotarnos.
Eres su padre/madre, cuidador, modelo de conducta y referencia. Todo eso implica conocer las necesidades y conductas naturales de tu nuevo compañero. Ahora que vais a compartir mucho tiempo y experiencias juntos, es el momento de reflexionar y aprender sobre todo lo que os hace falta para que vuestra vida, juntos, sea estupenda.
Si bien es importante elegir el cachorro que mejor pueda adaptarse a nuestras expectativas (por tamaño, carácter y exigencias de ejercicio y/o espacio) así como preparar su llegada a casa, en este artículo, nos centraremos más concretamente, en el momento mágico en el que el pequeño aterriza en nuestro hogar.
Escogiendo nombre
Elige un nombre que te guste y consensua la decisión con el resto de la familia. Es necesario que todos lo llaméis de la misma manera para evitar confundirle. Tu perro no sabe su nombre y debemos enseñárselo pero, para ello, ha de ir asociado a cosas buenas. Empieza llamándolo en aquellas situaciones agradables para ambos: Juego, comida, cuando descansa a tu lado mientras le rascas… El objetivo es que el animal asocie su nombre a experiencias positivas por lo que debes evitar usarlo para regañarle o perderá todo el sentido.
El cachorro llega a casa.
Antes de la llegada, es preciso tener en cuenta algunos preparativos. La primera recomendación a tener en cuenta es disponer la casa a prueba de cachorros
Todo es nuevo: olores, ruidos, objetos… Déjale explorar por las diferentes habitaciones y permítele que husmee bajo tu atenta supervisión.
Es importante que, tan pronto como sea posible, el cachorro pase revisión veterinaria. Lo ideal sería poder visitar la consulta por primera vez, sin tener que realizar ningún tipo de intervención como, por ejemplo, vacunar, o administrar pastillas. De esa forma, acostumbramos a nuestro pequeño a lugares y olores nuevos sin necesidad de asociarlos a una amenaza. Una buena forma de crear una asociación positiva a la consulta veterinaria, es ofreciendo varios premios en forma de bocaditos apetecibles al animal, mientras permanece en la consulta.
Cómo crece tu cachorro
La conducta de tu perro debe ser interpretada de acuerdo a la etapa o periodo en que se encuentra. Desde el punto de vista de la educación, las etapas más sensibles son las comprendidas entre el periodo prenatal y el periodo juvenil puesto que afectan de forma decisiva al comportamiento del perro adulto.
Podemos dividir el desarrollo del perro en las siguientes etapas:
1.- Periodo prenatal (desde la concepción hasta el parto)
2.- Periodo neonatal (desde el nacimiento hasta los 12 días)
3.- Periodo de transición (desde los 12 días a los 21)
4.- Periodo de socialización (desde los 21 días a los 3 meses)
5.- Periodo juvenil (desde los 3 meses hasta la pubertad)
6.- Periodo de madurez (desde la pubertad hasta la vejez)
7.- Periodo de vejez
Cada periodo requiere de unas atenciones y cuidados determinados y concretos.
Durante el periodo de socialización (desde los 21 días a los 3 meses) se desarrolla la percepción visual, auditiva y el movimiento. Es el momento de descubrir el mundo.
Sobre el mes de edad empieza el destete, comenzando a comer comida sólida. El destete es completo a los dos meses. Durante este periodo el cachorro aprende a hacer las necesidades en un lugar concreto.
Durante el periodo juvenil del perro, que va de los tres meses hasta la pubertad aproximadamente, destaca la excesiva curiosidad del cachorro. No tiene miedo a nada y puede llegar a poner en peligro su propia seguridad por ese motivo. Además, durante esta etapa, el cachorro usa la boca como los niños usan sus manos para explorar todo lo que hay a su alcance. Es la época de los destrozos y del mordisqueo. Es extremadamente juguetón pero también es el momento de empezar a poner límites sobre lo que son sus juguetes y lo que no lo son.
La socialización y la estimulación ambiental en cachorros y perros jóvenes son carreras de fondo que deben llevarse a cabo de forma progresiva pero continuada hasta que el perro sea adulto. El periodo que comprende desde la llegada a casa, hasta las 16 semanas de vida, es muy importante ya que durante este tiempo quedará fijado el modo de relacionarse del cachorro, con el mundo que le rodea. En esta etapa los cachorros son unos valientes inconscientes por lo que hay que darles la oportunidad de explorar, asegurándonos de que sea de forma progresiva y que cada experiencia sea agradable y positiva para el pequeño.
Otro punto a tener en cuenta, son los miedos. Todos los cachorros atraviesan diferentes etapas y es importante hacer las cosas con tranquilidad y armarnos de paciencia para ayudarle a superarlos. No debemos perder de vista que ha sido separado de su madre y hermanos, ha viajado en muchos casos y ha llegado a una casa desconocida llena de olores y estímulos desconocidos que debe asimilar.
Trabajando la socialización
Aunque tu perro no pueda caminar por la calle hasta que tenga al menos las primeras vacunas, debería acompañarte en muchas de tus salidas al exterior, en brazos, para que se acostumbre a la gente, las caricias, ruidos, coches, motos, autobuses, camiones de la basura, persianas de garajes, puertas, sirenas de ambulancia o policía, gritos, movimientos de niños en el parque y a todos aquellos estímulos que formarán parte de su vida en el mundo humano.
En el momento que sea posible, es necesario ampliar los horizontes de tu pequeño y para ello, lo ideal es que esté en contacto, no sólo con cachorros, sino también con perros adultos. Es necesario que el cachorro esté en contacto con perros durante el período de socialización.
Es recomendable tener en cuenta también que los perros con los que entre en contacto el cachorro, además de estar vacunados, tengan un comportamiento apropiado, para evitar que el cachorro tenga malas experiencias que puedan condicionar su comportamiento hacia otros perros en el futuro.
Durante el período de socialización el cachorrito, debe habituarse a estímulos y situaciones que encontrará cuando sea adulto. Para que se produzca la habituación, la exposición al estímulo debe hacerse de manera paulatina.
Debemos tener en cuenta que una falta de socialización no es la única causa por la cual un perro puede tener un problema de miedo, pudo haber tenido una experiencia traumática.
Las Escuelas de Cachorros son una buena opción para los pequeños entre dos y cuatro meses pues favorecen la interacción segura entre los peques y sientan las bases de la convivencia. El objetivo que se persigue a través de estas clases es triple:
Seguridad, contacto y atención
Un cachorro en casa es como un niño pequeño. Necesita atención y supervisión continua. Es recomendable reservarnos unos días de vacaciones para poder atender al pequeño durante su adaptación. También es recomendable evitar demasiadas visitas los primeros días hasta que el cachorro se sienta seguro en su nuevo hogar.
Ahora que eres su padre o madre, debes asegurarte de dar al cachorro toda la seguridad, atención y contacto que necesita para fomentar un adulto tranquilo, confiado y seguro.
La nueva situación le generará cierto estrés, puesto que tendrá que acostumbrarse a un nuevo lugar, a nuevas normas de convivencia y a una nueva familia. Algunos cachorros son especialmente sensibles y pueden estresarse mucho con todos los cambios asociados al traslado por lo que, es relativamente fácil que coma poco o, incluso, no coma los primeros días y sufra episodios de diarrea. Dale la máxima tranquilidad, mucho cariño, comprensión, espacio vital y libertad para investigar su nuevo entorno y acostumbrarse a él.
Permite al cachorro que descanse todas las horas que necesite. El sueño ayuda a recuperarse y gestionar adecuadamente el estrés asociado a todos los cambios. Bajo ningún concepto molestes al pequeño mientras duerme. Es su momento de relax y debemos respetarlo.
No llores cachorrito…
Durante las primeras semanas, es importante que el cachorro pueda estar cerca de ti si lo necesita, para ayudarle a sentirse a salvo. Al fin y al cabo, está en un sitio nuevo y desconocido, alejado de su madre y hermanos y eso, resulta aterrador.
Acabas de asumir la labor de cuidador y tu responsabilidad ahora es trasmitir seguridad. Hasta que se acostumbre al nuevo hogar, convendrá que pueda disfrutar de tu presencia y compañía en todos los momentos posibles, pero no de una atención continuada. Sitúa la cama del cachorro cerca de ti por la noche para que puedas atenderlo si lo necesita. No permitas que el pequeño se duerma llorando alejado de tu referencia. Es cruel y puede generar problemas de ansiedad. A medida que el cachorro se sienta seguro y tranquilo, y sea capaz de pasar las noches sin buscar consuelo, puedes ir desplazando la cama al lugar que ocupará definitivamente.
Más adelante, deberá aprender, gradualmente, a experimentar momentos de soledad para que, en un futuro, no muestre comportamientos destructivos cuando se quede solo en casa.
Ayudando al cachorro a descubrir el mundo
El cachorro es un bebé. Sabe aún muy poco del mundo que le rodea y debemos enseñarle a descubrirlo. Más que educar, se trata de ayudarlo a comportarse como el ser social que es (acudir a la llamada, no subirse a nuestras piernas, no mordisquear manos…) Aún es pronto para hablar de obediencia y es mejor introducirlo gradualmente en normas simples de convivencia.
Las sesiones han de ser muy cortas, de segundos. Trabajar con un cachorrito de unos dos meses de edad, es como hacerlo con un niño de unos tres años, es decir, debemos adaptarnos ya que su capacidad de concentración es muy baja y las exigencias, por tanto, han de ser igualmente bajas. Me gusta usar el juego como forma de educar de forma que aprende lo que nos interesa, de forma lúdica y sin enterarse.
Una forma de enseñar a nuestro cachorro, por ejemplo, a hacer sus necesidades en un lugar determinado, es creando rutinas y anticipando la demanda.
Es decir, si el perro sabe los horarios de sueño, juego, comida…, su ciclo vital está sujeto a cierta regulación que “obliga” al organismo, a eliminar lo que sobra. De este modo podemos empezar a crear pautas.
Normalmente, los cachorros sienten necesidad de eliminar, al poco de despertar, de comer o de realizar ejercicio físico y juego. Así podemos “preparar” la situación, para tener al pequeño, justo donde nos interesa, cuando siente la necesidad y poder premiar el acierto, convirtiéndolo en una rutina más.
Si además, sabemos identificar su lenguaje corporal y verbal (gimen, andan en círculos encogidos…etc) tenemos la oportunidad de animarle a ir al sitio adecuado.
Ayudando a calmarse
Aunque nos cueste creerlo, un cachorro cansado, se comporta como un niño cansado: Ambos aumentan la intensidad de la actividad que se vuelve, incluso violenta. En estos casos, debemos detener inmediatamente lo que estemos haciendo y ayudar al animal a recuperar la calma antes de que se desate la histeria. Intenta anticiparte para evitar esta situación.
Esta situación se da frecuentemente durante los paseos cuando los cachorros comienzan a morder compulsivamente la correa como señal de agotamiento. Si te ocurre, para un momento y busca el camino más corto para volver a casa a paso tranquilo (en brazos, si el perro es muy pequeño aún). Los cachorros no pueden andar tanto como nosotros por lo que deberemos planificar la actividad para no pasarnos.
Otra forma de relajar al cachorro es usando juguetes adecuados como premios de comida para morder o masticar durante largos ratos, nudos o juguetes de caucho que proporcionan horas de diversión y cierta paz cuando empiezan a apuntar los dientes definitivos (en torno a los tres y medio o cuatro meses de edad). Este tipo de actividad sirve durante toda la vida del animal como forma de descargar energía y ayudarle a relajarse.
El cachorro crece. Debemos adaptarnos.
Algo común a muchos propietarios, es crearse expectativas acerca de cómo debe ser su cachorro, demandando comportamientos que el animal aún es incapaz de entender. Es tiempo de juego y, en esta etapa, si les permitimos ejercer de cachorros e interactuar con otros, comienzan a aprender el autocontrol de manera gradual. Hasta las 16-20 semanas, presumen de lo que denominamos “licencia de cachorro”. Es fácil ver cachorros fastidiando a animales adultos, aprovechándose de la ventaja que les proporciona dicha licencia, mientras los adultos les dejan hacer con infinita paciencia. Es bueno y necesario porque le permite explorar e investigar el mundo que le rodea.
Cuando los perros adultos corrigen al pequeño, lo hacen de forma moderada y debemos inspirarnos en esta conducta, para saber reaccionar de forma adecuada cuando el cachorro haga algo desagradable o peligroso, sin violencia y de forma justa. No es deseable ni justificable que el cachorro nos tenga miedo.
Hacia las 16-20 semanas de edad, la licencia de cachorro comienza a expirar y se inicia una nueva etapa en la que el cachorro debe aprender gradualmente a controlarse mejor y comportarse de manera más educada.
Por lo tanto, de manera general, los cachorros que crecen rodeados de otros perros bien socializados y tranquilos, aprenden, de forma gradual, el autocontrol que necesitarán cuando sean adultos.
La norma es la coherencia. Paciencia para repetirle las mismas pautas la cantidad de veces que sean necesarias. No le bombardees con órdenes. Si no avanza, es señal de que vamos muy deprisa para él. Párate, reflexiona retrocede para ponerte a la altura de la capacidad de trabajo de tu perro.
Dientes de cachorro….
Al igual que los niños pequeños usan las manos, los perros mordisquean todo para investigarlo. Recaban información agarrando todo, zarandeando, tirando de juguetes y cualquier cosa que se ponga a su alcance… Todo lo anterior son conductas totalmente normales en el perro pero pueden convertirse en una pesadilla para los propietarios, sobre todo cuando juega a mordisquearnos a nosotros o a los niños como si fueran hermanos de camada. Es recomendable enseñarle al cachorro desde pequeño qué está permitido (sus juguetes) y qué no y, para ello, lo mejor cuando iniciamos la educación del animal, es mantener a buen recaudo las cosas de valor y no jugar con las manos.
Ante cualquier intento de mordisquear nuestras manos o cualquier otra cosa de valor que, por despiste, hayamos dejado a su alcance, lo mejor es redirigir la conducta hacia otras permitidas construyendo un comportamiento alternativo al que nos desagrada.
Identifica el lenguaje de tu cachorro
Una buena comunicación es clave: En este punto es importante conocer el lenguaje de los perros. Comprender las señales verbales y corporales de tu cachorro os ahorrará a ambos muchos malentendidos. Los perros nos hablan fundamentalmente a través de su lenguaje corporal mientras que nosotros, en demasiadas ocasiones, obviamos estas señales y abusamos de las palabras. Para empezar a entender qué quiere decir tu perro, necesitas pararte a observarlo y aprender a “leerlo”. La postura y el movimiento de su cuerpo, cómo nos observa, la posición de orejas, cola, etc…, te dará una idea de cómo se siente tu perro ante diferentes situaciones y cómo puedes ayudarlo en cada una.
Los perros utilizan un enorme repertorio de señales para calmar situaciones y expresar un amplio abanico de emociones, ya sea entre ellos o con nosotros. Se trata de las llamadas señales de calma que sirven para vivir pacíficamente, evitar conflictos y mitigar o prevenir que ocurra algo, evitar las amenazas de personas o de otros perros, reducir el miedo o el nerviosismo asociado a acontecimientos indeseados y para tranquilizarse uno a otro.
Los perros usan estos signos para calmarse ellos mismo cuando se sienten inseguros, para transmitir calma a otros perros, para hacer amistad o resolver conflictos. También usan este sistema de comunicación con los humanos pero a menudo, estas señales son ignoradas o mal interpretadas por los propietarios. Por ejemplo, el propietario llega a casa, encuentra una micción y cuando riñe al perro y éste adopta una postura de sumisión, el propietario interpreta que el animal se siente “culpable”. Esta interpretación es totalmente errónea. El perro entiende que el propietario está enfadado pero no por qué.
Algunas de estas señales son:
Perros y personas hablamos lenguajes distintos, por lo que es necesario encontrar un canal de comunicación con el que podamos entender sus necesidades emocionales y él nuestros requerimientos.
Es sorprendente la naturalidad con la que un perro se comunica con nosotros o con otros perros usando este particular lenguaje.
No olvides que también tienen sentimientos…..
Los perros también sienten, quizá no de la misma forma que las personas pero, se ha demostrado que cuentan con las mismas estructuras, las mismas hormonas y experimentan los mismos cambios químicos que nosotros durante las diferentes emociones.
Las investigaciones sugieren que la mente de un perro equivale a la de un niño de unos dos años y medio. A esa edad, los niños tienen emociones, aunque no todas y parece claro que, ocurre igual en los perros que son capaces de sentir las mismas emociones básicas como afecto, felicidad, tristeza, miedo, sorpresa, timidez, desconfianza, aversión, alegría, angustia, excitación… pero no son capaces de procesar las emociones sociales complejas como culpabilidad, orgullo o vergüenza.
Sabiendo esto, se desmonta la idea de que nuestro perro nos mira con cara de culpable cuando le “pillamos” en falta.
Resumiendo….
Convivir con un perro te garantiza muchos momentos de diversión aunque también implica una enorme responsabilidad. Vas a disfrutar de un compañero fiel, encantado de recibirte moviendo alegremente el rabito a la vuelta a casa, de acompañarte en largos paseos y excursiones, de hacerte reír cada vez que aprenda algo nuevo y de hacerte sentir el centro del universo para él. Debes corresponderle siendo un buen referente y aportándole la seguridad y confianza que se merece.
Colaboración con la Revista Pelo Pico Pata Nº 111 (Enero 2015)