Los gatos disponen de una herramienta de gran eficacia, que son sus garras, de uñas poderosas y curvadas hacia abajo. Los felinos las necesitan, se sostienen y caminan sobre toda la extensión de las garras, que cargan con todo el peso del cuerpo.
Las garras son retráctiles y pueden extenderse más allá de sus almohadillas o volver a desaparecer mediante una simple contracción de ciertos músculos. Existe la creencia de que las garras retráctiles de muchos felinos son garras que esconden y sacan cuando cazan, en el momento del zarpazo. En realidad, en una posición relajada las garras están cubiertas por la piel que rodea las almohadillas de los dedos y no se esconden a placer. La uña está contenida en una vaina especial. En reposo, dos pares de haces elásticos mantienen extendida hacia arriba la última falange del dedo, donde están implantadas las uñas. Cuando se produce algún estímulo que provoca el estado de excitación del gato, éste contrae un músculo flexor, cuyos tendones discurren a lo largo de la parte inferior del pié, y se encuentran fijos a la porción inferior de la última falange. Por efecto de la contracción muscular, ésta se desliza hacia atrás, y de esta forma se desenvaina la garra. Se trata de una característica que tienen los felinos para conservar afiladas las garras, previniendo el desgaste por contacto con el terreno. Sólo estirando o golpeando a la presa con las patas logran tensar los tendones que las operan, forzando así la extensión de las garras. Desde los tres meses de edad puede retraerlas voluntariamente.
Las zarpas, formadas por queratina, están unidas al último hueso de cada dedo y crecen y se regeneran de forma continua. Regularmente crecen uñas nuevas debajo de las existentes y el gato trata de desprender las viejas rascando superficies rugosas o utilizando sus propios dientes, por eso pareciera que se afila las uñas, pero en realidad se saca la uñas viejas y dejan a la vista una perfecta uña nueva con una punta muy filosa.
Un gato araña varias veces al día, (se calcula que en torno a unas 3.000 veces a lo largo de su vida). Es una actividad fundamental y necesaria para liberar estrés, marcar su territorio, y ejercitar sus músculos. Arañar, además de ser algo natural y propio de la naturaleza del gato, le reporta al animal, múltiples beneficios:
La experiencia completa de arañar (el ejercicio, el impacto visual, el sonido de las uñas rascando) es un potente relajante para un gato. Las uñas de los gatos sanos y activos, se desgastan normalmente con el ejercicio y su vida cotidiana. En algunos casos (animales mayores o con problemas de movilidad, por ejemplo), se pueden recortar un poco las puntas de las uñas para ayudar a mantenerlas en condiciones óptimas. Un gato de casa, debidamente acostumbrado, que disponga de rascadores adecuados, no arañará el mobiliario de la casa y será un estupendo compañero.