En edades tempranas, el gatito aprende mediante el juego las reglas esenciales para la vida en grupo y se va percatando de las consecuencias de su comportamiento. La madre alienta a los pequeños a jugar. De este modo les enseña a controlar la fuerza de su mordida y los principales mecanismos de defensa en su vida de adultos.
Los mordiscos en estos juegos empiezan alrededor de la cuarta semana, con enfrentamientos entre los ‘hermanos’ en los que se intercalan ataques y empujones que se interrumpen a la menor muestra de dolor por parte de cualquiera de los ‘púgiles’. El gato aprende a través del juego, a identificar cuando su mordedura empieza a causar dolor y la forma en que podrá jugar con sus dueños sin infringir daño.
Por ese motivo, no debemos acostumbrar al gatito pequeño a jugar con las manos jamás. Puede parecernos gracioso cuando los dientecitos de leche apenas son agujitas pero, cuando nuestro cachorrito crece y se convierte en un gatazo con la dentición completa y desarrollada, el juego no resulta tan agradable para nosotros aunque, para él, sigue siendo un juego y, además, no entiende que nos enfademos por algo que nosotros mismos hemos consentido.
Es preferible jugar siempre utilizando los juguetes adecuados que mantengan nuestras manos alejadas de las garras y dientes de nuestro gato.
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