Imagina que un día te sacan del mundo que conoces (sea bueno o menos bueno), te separan de todo aquello que era “normal” hasta entonces, cambian los horarios y pasas a estar en otro lugar extraño, a veces hasta horas solo, con nuevas rutinas, un montón de estímulos o ausencia de ellos, ruidos y olores extraños y “reglas” (a la hora de comer, en el paseo, en el día a día al fin y al cabo) que nadie te ha explicado antes, pero que provocan mal rollo cuando te desvías de aquello que tus nuevos tutores esperan de ti.
Ahora, imagina lo que siente un perro o un gato recién llegado a un nuevo hogar….
Si tienes pensado incorporar un animal a la familia, asegúrate de reservar unos días para poder estar con él durante esa transición, ayudarlo a sentirse a salvo y comprendido, introducirlo de forma progresiva y segura en las nuevas rutinas, enseñándole de forma amable lo que se espera de él, educando desde la comprensión y bajo la premisa ser especies diferentes (con requerimientos y necesidades diferentes) y, sobre todo, fomentando el buen rollo y la relación entre vosotros.
Sin fórmulas mágicas, solo con sentido común, coherencia, sensibilidad, conocimiento y empatía.
“Y si en lugar de querernos tanto, probamos a querernos bien?”
Ahí lo dejo…. 😉
Estos tres peques fueron abandonados en la puerta del Refugio de Defensa Animal del Norte, justo al lado de la carretera. Son dos bebés y un perro adulto joven, todos ellos podencos, muy simpáticos y con ganas de disfrutar del calor de una familia.
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