No me gustan los perros que únicamente viven en el jardín. Y menos me gusta verlos sujetos con cadenas, por largas que sean. Son animales de miradas tristes, con vidas poco interesantes que suelen desarrollar muy pronto conductas inapropiadas como hacer la valla, ladrando a todo lo que se mueve o, escarbar la tierra, como forma de entretenerse. Este último motivo suele ser el que provoca que terminen atados.
En los peores casos, se pueden observar autolesiones por lamido excesivo, estereotipias y comportamientos compulsivos tales como girar en círculos para morderse la cola, llegándose a causarse graves heridas. Este tipo de comportamientos suele motivar el abandono del animal o su sacrificio por considerarlo un caso perdido cuando, ni mucho menos, es así.
Todos los perros necesitan explorar nuevas zonas. Imaginaos estar siempre encerrados en los mismos metros cuadrados. Por grande que sea la finca, terminas por aprenderla de memoria y se vuelve una cárcel, grande sí, pero cárcel al fin y al cabo.
Un manejo apropiado de estos animales, para ayudar a mejorar su comportamiento enriqueciendo sus vidas, consiste en sacarlos a pasear fuera al menos una vez al día aunque, sería mucho mejor que fueran dos. Paseos largos de entre media hora y una hora, olisqueando y descubriendo nuevos territorios. Si cualquier perro de piso tiene este privilegio, también se lo debemos a los perros de finca. Además, siempre debería haber momentos en que los perros compartieran juegos y espacio con la familia humana, bien dejándolo entrar en la casa o bien dedicándole tiempo en el exterior.
Nunca se debería regañar por una conducta compulsiva por irritante que nos parezca. Cualquier reacción que presentemos ante el comportamiento inadecuado de un perro, solo potencia que lo repita con más frecuencia. Al fin y al cabo, es el resultado de un deterioro progresivo en la calidad y el número de interacciones entre el perro y la familia. El nivel de frustración va creciendo y el animal aprende que, comportándose de manera inapropiada, mordiéndose la cola o excavando hoyos en el jardín, consigue que alguien le haga caso aunque sea de malas maneras.
La protagonista de hoy no tiene ninguno de estos problemas pero igualmente necesita de nuestra ayuda. Lesy es una cachorrita de pastor alemán de 10 meses. Lleva mucho tiempo en la perrera y nos dicen que es cariñosísima.
Hasta ahora no ha podido disfrutar de la vida. Se la ha pasado en una jaula pero puede acostumbrarse fácilmente a un entorno normalizado con un poco de paciencia y ayuda.
Se pueden adoptar directamente en El Centro de Acogida de Animales: 661 611 703 o escribe a animalesrioja@gmail.com