El perro es un animal social que necesita jugar con sus congéneres y con los humanos para crecer, madurar y aprender. Además de ser una actividad de lo más placentera e interesante para él, le ayuda a desarrollarse intelectualmente y emocionalmente.
Esta necesidad de jugar e interactuar con el entorno, surge a las 3 semanas de nacer y dura toda la vida. Aunque en la vejez esta actividad desciende, nunca cesa.
Gracias al juego los perros comprenden mejor su entorno, conocen el funcionamiento de las cosas, aprenden a respetar a los demás, a seguir unas reglas básicas de conducta… Jugando aprenden a controlar su fuerza y sus instintos, a reaccionar adecuadamente ante los estímulos que surgen a su alrededor. Se sociabilizan, se adaptan mejor al medio y desarrollan importantes habilidades y destrezas que pueden ayudarle a mejorar su vida. También es una buena manera de que hagan ejercicio, se desahoguen y desprendan toda la energía acumulada.
La boca es la herramienta principal de los perros y la utilizan para todo, por eso les gusta jugar agarrando todo, mordiendo sus juguetes, zarandeándolos, tirando de ellos… Todo lo anterior son conductas totalmente normales en el perro pero pueden convertirse en una pesadilla para los propietarios. Es recomendable enseñarle desde pequeño qué objetos están permitidos (sus juguetes) y cuáles no y, para ello, lo mejor cuando iniciamos la educación del animal, es mantener a buen recaudo las cosas de valor. Nuestro perro no entenderá porqué nos enfadamos si descubrimos que acaba de comerse un jersey nuevo. Todo lo que está a su alcance es un juguete potencial por lo que, si queremos ahorrarnos disgustos, lo mejor es poner a salvo aquello que no queremos que termine en poder de nuestro peludo. Al no sentir la tentación, termina aprendiendo a dirigir su atención a las cosas permitidas.
Es habitual ver a los perros revolcándose entre ellos y dándose pequeños mordiscos. En general, no debemos alarmarnos, puesto que para ellos, es una forma normal de actuar y socializarse.
En la edad de cachorros, morder les ayuda a conocer todo lo que los rodea. Lo vemos en la Escuela de Cachorros. La curiosidad les empuja mordisquear cualquier cosa que encuentran a su alrededor, incluso las manos del dueño. Llegado este punto, debemos enseñarle a controlar la fuerza de sus mordiscos. En la mayoría de los casos, aprenden interactuando con otros perros pero también podemos contribuir a educarle, proporcionándole al cachorro juguetes específicos, como mordedores, y enseñándole a utilizarlos. Las manos jamás deben ser un juguete ni debemos permitir que las mordisquee, redirigiendo la conducta a sus juguetes. Educarle ahora es la mejor inversión que puedes realizar en tu cachorro.
Rubia es esta preciosa podenquita de tamaño medio jovencita. Lleva en acogida mucho tiempo y ahora busca un hogar definitivo.
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