La imagen de dos perros enfrentados uno a otro, tirando de la correa con todas sus fuerzas, ladrando y gruñendo es más frecuente de lo que pensamos. Parecen decir aquello de “Sujétame que lo mato” y lo cierto es que, en la mayoría de los casos, si por cualquier motivo desaparece la tensión en la correa, la mayoría se achantan y el supuesto conflicto termina rápidamente. ¿Os suena la situación?
La correa tirante trasmite tensión y proporciona sensación de inmunidad que vuelve a los perros, temporalmente soberbios y retadores. La asociación perro conocido o desconocido-correa tensa y ladrido, se refuerza con cada encuentro. Lo primero que debemos hacer es aprender a relajar los brazos para que la correa vaya floja, de forma que no estemos contagiando nuestra tensión al perro y lo segundo, debemos convertirnos en observadores precisos para poder anticipar situaciones de forma que el paseo no se convierta en una tortura, sino en un proceso de aprendizaje y una experiencia agradable para ambos humano y perro.
Por eso es importante enseñar cuanto antes al perro a pasear sin tensión, a acercarse de forma cortés a otros perros, premiando el esfuerzo y respetando las señales que nos envía el animal cuando no se siente cómodo con la situación (girar la cabeza, olisquear, lamerse, buscar más distancia…) y sacándolo antes de provocar una reacción, de forma que cada encuentro se convierta en experiencia positiva o neutra.