Cuando no estamos en casa, nuestra mente está en mil cosas: trabajo, compra, planes…. Entretanto, nuestro gato, suele pasar las horas muertas esperando que llegue la hora de la diversión. Para que nos hagamos una idea, es como si la casa estuviera “apagada” y se “encendiera” de repente cuando nosotros llegamos.
Al llegar, solemos traer un montón de olores que son necesarios explorar. Nuestro gato se frota insistentemente contra nuestras piernas, reclamando atención, absorbiendo los aromas que traemos de la calle y dejando su propio olor en nuestra ropa, para lograr que todo huela como debe oler: a casa y a seguridad.
Si, además, volvemos de la calle con bolsas, compra o cualquier otra cosa, la inspección felina se hace obligatoria y, en la mayoría de los casos, es fácil encontrar la cabeza de nuestro gato, cuando no el cuerpo entero, dentro de la bolsa.
A pesar de que nosotros llegamos cansados, nuestro gato lleva descansando todo el día y, para él, ahora es cuando llega la verdadera diversión. Reclama su propio tiempo de juego y exige nuestra presencia y colaboración para que la cosa resulte más divertida.
Pirinchina vuelve a sonreír. Esta preciosa gatita aún joven se recupera en su casa de acogida de su paso por la calle, medio hostil para los gatos acostumbrados a casa. Es una gata cariñosa y ronroneadora que agradece así, las muestras de cariño y afecto que recibe desde que ha llegado.
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