Los perros aun siendo diferentes a los seres humanos son capaces de sentir miedo, alegría y otras emociones como respuesta a aquello que le rodea. Al igual que nosotros, su cerebro también dispone de un sistema límbico, asociado a la supervivencia y a las respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales. Este sistema, formado por varias estructuras, está relacionado con la memoria, la atención, los instintos sexuales, las emociones (por ejemplo placer, miedo, agresividad) y la conducta.
Un perro que pasa demasiadas horas solo, o que no está integrado en la familia, no es feliz. El cariño se puede demostrar de mil formas y no únicamente a través de comida o chucherías. Una caricia, una palabra, un gesto o incluso una simple mirada pueden ser una muestra de afecto para nuestro perro si hemos creado el entorno para que pueda reconocerla y valorarla.
Dedicar un momento amable al perro por algo bien hecho, es un gesto de respeto y un excelente modo de estrechar el vínculo con él. Conviene aprender a sacar partido de los momentos cotidianos con nuestro perro: Las cosas buenas se pueden celebrar de forma diferente con una tarde de juegos, un paseo relajado, un merecido descanso viendo el paisaje…