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Un picor insoportable y el emperador del norte

No tengo la suficiente fuerza de voluntad, lo acepto. Con esfuerzo, pero soy capaz de decir que no a un delicioso bombón, de renunciar a una buena comida y hasta de rechazar una cerveza, una copa o un buen vino de Rioja (de La Rioja riojana y de la alavesa). También puedo decir con orgullo que el mes que viene, el día 11, cumpliré siete años desde que me desencadené de los tres paquetes diarios de Ducados negro. Pero este picor es insoportable, lo he aguantado cuatro días y no puedo más, me rindo.

Dije todo lo que pensaba, no me guardé nada, respondí a las críticas, sonreí ante los halagos, me ‘desnudé’ ante ustedes, pero al concluir el post anterior me hice prometer que no volvería a escribir sobre la polémica sanitaria que ha convertido el eje País Vasco-La Rioja-Navarra en un ‘triángulo de las Bermudas’ donde la razón, la cordura, la mesura y el buen gusto desaparecen sin dejar rastro. Sólo porque sí. Como la comezón continuaba, aproveché mi afeitado del domingo por la noche par, apoyado en dos cortecitos, leves pero suficientes, en el labio superior y en la zona derecha del cuello, rubricar mi compromiso en forma de juramento de sangre. Ni por esas, la picazón creció y ya lo ven, sucumbo y, con pesar, el justo, me dispongo a faltar a mi palabra.

No hacía falta ser Nostradamus ni un experto en la lectura de los posos del café para barruntar que mi augurio final no fracasaría. La cita con los garrulos habituales estaba garantizada: tres o cuatro días de sandeces, un ramillete de improperios, alguna ocurrencia con gracia, las monotonas ocurrencias de siempre y a otra cosa. Error. Una de las estrellas de ese tan poco selecto club decidió abandonar momentáneamente su prolongado letargo para, a escupitajo dialéctico limpio, situar los focos sobre su persona. Señoras y señores, con ustedes Iñaki Mirena Anasagasti Olabeaga, la cara (dura) del EAJ-PNV, y nuestra cruz por tener que aguantarle, afortunadamente cada vez menos a menudo.

Su culo, acostumbrado desde hace umás de un cuarto de siglo a los cómodos sillones de Las Cortes y, cómo no, a los privilegios y dietas de las instituciones españolas (perdón, estatales), se removía inquieto estos días a la espera de volver a aplastarse a partir de este martes y 13 de dieciembre en el confortable escaño de la Cámara Alta, donde volverá a hibernar durante otros cuatro años, excepto con algún despertar programada, como el de su censura anual al discurso navideño borbónico. Antes de comenzar su agotador trabajo a destajo, que volverá a dejarle sin tiempo durante esta legislatura para aprender euskera, Iñaki Mirena tenía que enseñar a los ciudadanos el equipaje con el que viaja a Madrid. No aguanta más y en plena bajamar y con la corriente a favor se ha apresurado a cobrar viejas facturas al presidente de La Rioja, Pedro Sanz, y de paso, como era gratis, a zumbarle al Gobierno vasco socialista, sin importarle que sangrase aún más la herida abierta entre vecinos condenados a entenderse y, de hecho, acostumbrados a llevarse bien, pese a los esfuerzos de muchos de sus representantes. Ni elegante ni educado. No es difícil imaginar su cara desencajada mientras tecleaba con saña en su blog un ramillete de perlas que destilan odio a todo aquello ajeno a su mundo sabiniano.

Podía haber sido el bonito del norte, callado hubiese estado mucho más guapo, pero ha preferido volver a representar el papel de malo y atacar a martillazos a todo aquel que no comulgue con sus ideas, como Ernest Borgnine en el excelente drama de Robert Aldrich ‘El emperador del Norte’ (1973), donde el oscarizado protagonista de ‘Marty’ (1955) borda al despiadado Sack, el sádico maquinista que no duda en reventar con su maza la cabeza de los indefensos vagabundos que no cumplen su ley y osan subir a su tren, pero que actúa cobardemente con quienes empuñan las armas. En fin, mejor no ponerse a su altura. En fin, a estas alturas será mejor que impere el espíritu navideño. Que Olentzero le colme de regalos. Zorionak eta urte berri on, Iñaki Mirena.

Felicidad para todos. Estoy contento, porque llegados a este párrafo, veo con satisfacción cumplido mi compromiso: no he hablado de la guerra sanitaria. Permítanme sólo una licencia en forma de deseo: que el pacto futuro que se rubrique en salud sirva para garantizar la atención a todos los ciudadanos y, de paso, contribuya a impulsar el avance en medicina, porque es urgente que alguien descubra pronto una vacuna que ayude a controlar a tanto tonto.

De todo un poco, pero bien batido.

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diciembre 2011
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